ROMA, 27 Feb. 17 / 10:34 am (ACI).- En un decreto aprobado hoy por el Papa Francisco se reconoce las virtudes heroicas del Siervo de Dios Vittorio Trancanelli, fiel laico italiano, médico de profesión, que se caracterizó por su cercanía a los enfermos a pesar de sufrir él mismo una dolorosa enfermedad.

El doctor Vittorio Trancanelli nació en la localidad de Spello, en la provincia italiana de Perugia, el 26 de abril de 1944. Su familia llegó a esta pequeña localidad del centro de Italia en abril de 1944 para huir de los combates de la segunda guerra mundial.

Tras estudiar en Asís, se trasladó a la ciudad de Perugia, donde se licenció en medicina y cirugía. Tras casarse cuando tenía 21 años, él y su mujer, Lia Sabatini, se instalaron en Perugia, donde ejerció su profesión en el Hospital Silvestrini.

En 1976 nació Diego, su único hijo biológico –posteriormente adoptaría a 7 niños–, un mes después de haber sufrido una grave colitis ulcerosa con peritonitis difusa que casi le cuesta la vida.

Esa enfermedad, y la necesaria operación para salvarlo, le dejaron secuelas para el resto de sus días. En concreto, los cirujanos debieron realizarle una ileostomía que llevó hasta su muerte, aunque solo su mujer y algunos amigos lo sabían.

Una vez recuperado de su convalecencia, se reincorporó a la práctica laboral. Su compromiso con los enfermos y su cercanía a los que sufren hizo que sus compañeros lo llamaran “el santo del quirófano”.

En la década de los 80, comenzó a sentirse cada vez más atraído por los textos de la Biblia. Comenzó a estudiar las Sagradas Escrituras y a colaborar con el Centro Ecuménico de San Martín, en Perugia.

Posteriormente, fundó, junto con su mujer y algunos amigos, una asociación cuya finalidad era acoger a mujeres y niños en situación de exclusión social. Su compromiso con los más desfavorecidos fue tan grande que el matrimonio se implicó personalmente y adoptó a siete niños, algunos de ellos con discapacidad.

Tras una etapa de intenso trabajo profesional, sufrió una nueva enfermedad grave y falleció el 24 de junio de 1998.

En su lecho de muerte, rodeado por su mujer y sus hijos, se dirigió a ellos y les dijo: “por esto vale la pena vivir, no por convertirse en alguien, hacer carrera o ganar dinero”.

En su funeral, al que asistió una multitud, el Obispo de Perugia, Mons. Giuseppe Chiaretti, afirmó que “personalmente considero a Vittorio un santo laico”.