18 de marzo de 2020

Dra. Elena Passo

Me encuentro en Ushuaia, la ciudad más austral del mundo, en el tiempo de la pandemia del coronavirus.En este mundo global e hiperconectado llegan permanentemente noticias de la evolución de la pandemia. Nuestro mundo, tal como lo conocíamos, ha enfermado.Todo lo social ha sido postergado, los comercios en su  mayoría cerrados y ya hay custodia policial y militar en las calles.Pero hace unos días no era así y pude recorrer la zona, fui al mar, al bosque, a la montaña.En barco recorrí el estrecho del Beagle: el agua es cristalina, el aire puro y la vida natural se ofrece con generosidad.Subí a la base del glaciar Martial, donde majestuosos hielos eternos, se ofrecían imponentes ante mi mirada. Yo, tan pequeña ante tanta grandeza, tan vulnerable.Soy médica, y por mi trabajo aprendí que, cada tanto, le hace bien a mi salud salir al encuentro de la naturaleza. Me renueva tanto física como espiritualmente y es donde más veo la presencia de Dios: Él se revela en su obra.Aquí, la naturaleza es tan perfecta y tan bella, que realmente siento que me cura y que Dios a través de ella, me sigue tendiendo su mano.Hay veces que la información es tanta, y presentada de manera tan ruidosa, que lastima.

Esta manera de comunicar forma parte de una sociedad herida y fragmentada que hace tiempo se ha alejado de Dios. El hombre y su reflejo, la sociedad, se volvieron autorreferenciales. Fue necesario para ello, primero la negación de Dios y luego la negación de su obra: la naturaleza en general a la cual se ha utilizado y destruido. Después, el propio hombre se fue alejando de la naturaleza humana, también la utilizó y cuántas veces jugando a ser Dios también la destruyó. Y por fin, se alejó de sí mismo, de su propia naturaleza interior. En este lugar tan alejado y por eso, aún protegido de la acción del hombre, la obra de Dios se encuentra en su estado natural, y el Señor se revela de manera tan nítida que llega al alma.

Es imposible no percatarse de su Presencia.Dios nos habla a través de lo creado, y si hacemos silencio y nos despojamos de las cargas del yo podemos recorrer el camino interior que nos permite preparar el corazón. Pocas cosas son necesarias en la vida, pero hay una que es imprescindible y es ver a Dios en la obra creada.Hoy, que el mundo está convulsionado y que somos presas de nuestros miedos, me pregunto: ¿de dónde y cómo sacar fuerzas para seguir?Pienso que el verdadero “viaje al fin del mundo” es el viaje al mundo interior, llegar al límite donde habita Dios. Él es nuestro faro. Él es nuestra luz.Sin Dios, sin el reconocimiento de la naturaleza en general y de la naturaleza humana en particular, no hay salida.

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