Dr. José María Simón Castellví

Presidente emérito de La FIAMC

La enfermedad y la muerte no estaban previstas inicialmente en el plan de Dios para con el hombre. Estas condiciones entraron en nuestras vidas debido a la desobediencia de nuestros primeros padres, azuzada por el diablo. Dios preparó un Paraíso para la prueba del hombre. Siempre es más digno para un ser creado destinado a ser eterno que se responsabilice de algo, “que se gane algo”, que muestre su lealtad y confianza, que adquiera algún mérito, por más que casi todo es regalo.

En el Paraíso – El Jardín- el hombre no lo tenía todo, aunque era grande su cercanía con Dios, por más que no lo viera aun cara a cara. Sentía que le faltaba algo. Y Dios creó a la mujer, carne de su carne y huesos de sus huesos. Dios les dio el encargo de multiplicarse y de “cuidar” del Jardín, donde había frutos abundantes y atractivos. Gastronómicamente perfectos. También había animales. Y es posible que nuestros primeros padres no los comieran. En efecto, yo creo que eran probablemente vegetarianos. Les bastaba para su nutrición la inmensa variedad de frutos a su disposición. Ya tenían una felicidad grande y un trabajo estable un millón de veces más enriquecedor de lo que hoy es cualquier trabajo de nivel que podamos imaginar.

Tras la desobediencia inicial vinieron muchos males de todos tipos y serias disonancias con Dios, el resto de los humanos y con la misma naturaleza. Es posible que la humanidad degenerara seriamente en lo biológico, en lo psicológico, en lo social, en lo familiar. Y que muchos de los fósiles que encontramos sean de esa humanidad caída. Adán y Eva fueron creados perfectos y al principio no podían enfermar. Es posible que Adán valorara seriamente el no desobedecer pensando en la herencia envenenada que nos pudiera dejar al resto de la humanidad…

 El plan inicial era, después de un tiempo de trabajos, pasar a ver directamente al Creador para siempre en un estado de felicidad perfecta y eterna. Ya es conocido que esto no fue así. Y Dios delegó en la enfermedad y el envejecimiento el paso de esta vida a Su presencia. Eventualmente, delegado a guerras o hambrunas. Para que tuviéramos algo que ofrecer, algo que nos generase compasión entre nosotros, algo con que arrancarle su Misericordia.

En mi opinión Dios Trinidad “pensó” primero en Jesucristo y luego decidió hacer a nuestros Primeros padres a imagen y semejanza de Jesucristo, Hijo de Dios, que quizá también se hubiera encarnado si el humano no hubiera pecado. En este caso no para sufrir sino para compartir directamente su Gloria.

Jesús y su madre María eran humanos perfectos y con capacidad para crecer. María, una mujer de extraordinaria belleza, protegida por su discreción, los velos orientales y su esposo san José. Jesucristo sería un varón que impresionaría desde todos los puntos de vista cuando hablaba a las multitudes (véase su más que probable imagen en la Sábana Santa de Turín).

Ni Jesús ni María enfermaban. Eran perfectos. Su ADN no se estropeaba ni podía generar cánceres, los virus y las bacterias no podían hacer otra cosa que servir humilde y automáticamente al Hijo de Dios y a su Madre. Solo el ser humano, al que Dios había dado libertad, podía hacer daño a Jesús o a María. Y eso porque lo permitió la Voluntad de Dios: os permito que cometáis el peor crimen – el deicidio- para que veáis hasta dónde os hubiera dejado hacer si hubierais usado bien vuestra libertad; hubierais llegado a estar divinizados. Pero por vuestros terribles errores Yo he debido encarnarme para sufrir y perdonar. Aprovechad la oportunidad que os doy en el tiempo de mi Misericordia. No esperéis al de mi Justicia.

Jesucristo era muy sensible ante los enfermos. Curó a muchos y mandó a sus discípulos ir por el mundo y curar a los enfermos. De hecho, el cuidado de los enfermos fue el primer Dicasterio de Jesucristo.

Escrito en Barcelona

Domingo de la Divina Misericordia de 2020