Dr. Ermanno Pavesi
Psiquiatra, Miembro de la presidencia de la FIAMC
Para explicar la capacidad de afrontar y sobre todo de sobreponerse a las dificultades provocadas por la epidemia de COVID se utiliza muy a menudo el concepto de resiliencia.
El término resiliencia se usó originalmente para definir la propiedad física de un material de regresar a su forma o estado inicial después de haber sido deformado. Con el tiempo, el concepto de resiliencia también se ha aplicado a la biología y a la ecología para definir la capacidad de un sistema de restablecer su propio equilibrio después de estar expuesto a factores desestabilizadores.
En nuestro caso también el concepto de resiliencia se puede aplicar en sociología para analizar cómo un grupo más o menos numeroso, por ejemplo una nación, una ciudad o una familia, afronta las dificultades provocadas por la pandemia. En psicología podemos analizar las características psíquicas que pueden mejorar la resiliencia individual en la situación actual.
Muchos autores han intentado describir aquellas características psíquicas que pueden mejorar la resiliencia de una persona. Pero la tarea es muy compleja: las situaciones estresantes son muy diferentes en tipo y duración, por lo que no existe una situación única. Por eso es difícil dar una explicación unitaria de la resiliencia, y lo especialistas destacan una serie de características que deberían mejorar la capacidad del individuo para superar una condición de dificultad, como el optimismo, la robustez psíquica, el carácter comunicativo, la autoestima, la independencia, el humor, la empatía, las habilidades analíticas y de planificación, la autonomía, el sentido de confianza personal, la apertura a las relaciones sociales, la capacidad de resolver problemas y de tomar decisiones.
Una característica que se encuentra en muchas descripciones es tener un fin y un sentido, un sentido en la vida.
El psiquiatra austriaco Viktor Frankl (1905-1907) destacó en particular la importancia del sentido de la vida para el equilibrio psíquico en general y en particular en situaciones difíciles, y aunque en sus primeros escritos todavía no utiliza este término, es considerado pionero en la investigación sobre la resiliencia.
Ya antes de la Segunda Guerra Mundial, Frankl había reconocido la insuficiencia de dos corrientes psicoterapéuticas importantes de su época, el psicoanálisis de Sigmund Freud (1856-1939) y la psicología individual de Alfred Adler (1870-1937), por su reduccionismo con la exclusión de la dimensión personal y espiritual del hombre.
En la Segunda Guerra Mundial, Frankl, que era judío, fue deportado con su familia. Durante su internamiento en varios lager alemanes, desde septiembre de 1942 hasta su liberación en abril de 1945, fue capaz de verificar sus teorías analizando su propio comportamiento y con la observación del de sus compañeros de internamiento.
Frankl era un internado de un campo de concentración y una víctima del nacionalsocialismo, en el lager era solo un número, tenía hambre, estaba cansado por el trabajo duro, tenía frío, no podía dormir lo suficiente, pero era más que eso, era una persona con un pasado y un futuro y esto le permitió, por así decir, trascender de alguna manera la situación en la que se encontraba en el presente. Era psiquiatra, en su profesión había cuidado personas con trastornos mentales y ahora podía ocuparse de la salud mental de sus compañeros internados en los campos de concentración.
Frankl se comprometió incluso organizando actividades para levantar el ánimo de sus camaradas, actividades que tuvieron que abordar el lado espiritual, e intereses diferentes de los problemas cotidianos del campo de concentración. Era necesario demostrar que el internamiento en el campo era sólo una fase de la existencia, que, aunque difícil, había que mirar más allá del alambre de púas, para mantener viva la esperanza de salir algún día del campo, como escribió Frankl:
“[…] la orientación al «fin» y a una meta puesta en el futuro representa aquel apoyo espiritual que tanto precisa el detenido en el campo de concentración, porque solo este apoyo espiritual es capaz de preservar al hombre para que no caiga en manos de los poderes del entorno social que imprimen carácter y que conforman tipos, o sea, para que no se deje caer. Quien no puede agarrarse a ningún punto final, a ninguna fecha en el futuro ni a ningún punto de apoyo, se deja caer internamente. El decaimiento psíquico producido por la falta de apoyo espiritual, dejarse caer completamente en la apatía total, era un fenómeno tan conocido como temido entre los detenidos en el campo de concentración, un fenómeno que se producía rápidamente, que conducía en pocos días a la catástrofe. (p. 56)
Desde el punto de vista psicológico, el compromiso a favor de los compañeros dio a Frankl un propósito, aumentando su resiliencia, desde el punto de vista sociológico las actividades organizadas mejoraron la resiliencia del grupo.
Los estudios sobre la resiliencia de los niños y jóvenes subrayan la importancia, como factores externos, de la familia, de la escuela y de los compañeros.
La epidemia de COVID ha provocado una situación de encierro en la que los contactos sociales son más o menos reducidos. En esta situación, la familia juega un papel fundamental en la resiliencia de los jóvenes.
Es importante que los niños encuentren un ambiente armonioso en la familia, que les brinde seguridad y apoyo. En esta situación, los padres tienen una gran responsabilidad, aunque no sea fácil. Los padres también pueden tener que soportar las consecuencias de la epidemia: problemas de trabajo, dificultades económicas, preocupaciones de sus padres que corren mayor riesgo debido a su edad, dificultades para mantener los contactos sociales, todo lo cual pone a prueba severamente también la resiliencia de los padres. No obstante, los padres deben reconocer su tarea y esforzarse para que sus hijos puedan seguir llevando una vida lo más normal posible, compensando el apoyo que la escuela y los compañeros brindan en menor medida.
Los padres pueden intentar pasar más tiempo con sus hijos. Los niños sin duda podrán sachar provecho si los padres no solo se interesan por las materias escolares, sino que, por ejemplo, cuentan cuentos y cuentos de hadas. Muchos cuentos de hadas enseñan a los niños que existen dificultades, adversidades y peligros en la vida, pero que es posible superarlos y que estas situaciones les ayudan a crecer.
Una fábula moderna, la de Pinocho, es ejemplar desde este punto de vista. Pinocho está construido o creado de madera, por el carpintero abuelo Gepeto, es un ser material, que trata de silenciar su conciencia, representada por el grillo parlante. Pinocho es una marioneta que prefiere dejarse guiar por los instintos y por sus debilitades. De esta manera se pone en situaciones difíciles y peligrosas, y hay un hada, el hada de pelo color turquesa, un ser sobrenatural, que debe intervenir para salvarlo. Finalmente un dia, Pinocho se despierta no más como una marioneta de madera sino como un niño de carne y hueso.
Los padres pueden intentar organizar actividades, en la familia pero también con los compañeros, siempre en cumplimiento de las disposiciones nacionales y locales, para permitir que sus hijos tengan contactos y practiquen deportes. Las actividades deportivas pueden ser útiles para desgargar la tensión y la agresión internas.
Incluso durante la epidemia, el hombre no solo es una víctima pasiva, sino que como ser personal, puede darse cuenta de que tiene una tarea y una responsabilidad y, por lo tanto, puede desempeñar un papel activo.
Los padres pueden mejorar la resiliencia de sus hijos y del grupo familiar en la situación de confinamiento causada por la epidemia, y al mismo tiempo fortalecer su propia resiliencia.