POR DAVID RAMOS | ACI Prensa

En medio de la pandemia de COVID-19, han surgido peligrosos mitos que buscan evitar la vacunación. Expertos en salud pública y genética desmienten cuatro de los más peligrosos y que deben ser evitados por los católicos.

A nivel mundial, según la información recogida por la universidad estadounidense especializada en medicina Johns Hopkins, se han registrado desde que comenzó la pandemia más de 170 millones de casos de COVID-19, con más de 3,5 millones de muertes.

Como respuesta a la pandemia, diversas compañías farmacéuticas han desarrollado vacunas para prevenir más casos graves y potenciales muertes debido a la enfermedad que provoca el virus SARS-CoV-2, causante del COVID-19.

En Estados Unidos se ha aprobado el uso de tres vacunas: una desarrollada por Pfizer-BioNTech, otra de la farmacéutica Moderna y una tercera del laboratorio Johnson & Johnson.

De acuerdo a los Centros para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), “todas las vacunas COVID-19 actualmente disponibles en los Estados Unidos son efectivas para prevenir COVID-19 como se ve en los entornos de ensayos clínicos”.

Sin embargo, estas tres no son las únicas vacunas disponibles. También se pueden encontrar la de Oxford-AstraZeneca, la rusa Sputnik V, las chinas Sinopharm, Sinovac, CanSino, entre otras.

Johns Hopkins estima que se han aplicado más de mil novecientas millones de dosis de vacunas en el mundo.

Mitos peligrosos

A pesar de la creciente disponibilidad de vacunas en el mundo, muchas personas, entre ellas fieles católicos, han caído en diversos mitos y noticias falsas que buscan evitar que las personas se protejan del COVID-19.

A continuación cuatro de estos mitos, desmentidos por expertos médicos:

1. ¿Las vacunas generan magnetismo en la zona donde fueron aplicadas?

El médico español José María Simón Castellví, presidente emérito de la Federación Internacional de Asociaciones de Médicos Católicos (FIAMC), dijo a ACI Prensa que “no, las vacunas contra el COVID-19 no tienen ningún compuesto que genere magnetismo. Tampoco ningún efecto ‘homeopático’ conocido”.

La doctora Graciela Moya, médica genetista e investigadora del Instituto de Bioética de la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA), negó también cualquier efecto magnético de las vacunas: “La información que dan las farmacéuticas no reporta que haya compuestos metálicos que generen magnetismo en la zona de inyección de la vacuna”.

2. ¿Las vacunas contienen alguna sustancia que modifique el ADN?

La doctora Moya señaló que “las vacunas que están a disposición son vacunas a virus muerto (Sinopharm, Covaxin, Sinovax); vacunas por componente proteico (Novavax, Epivaccoron); vacunas de ARN (Moderna, Pfizer); y vacunas por vectores virales (Sputnik V, Janssen, AstraZeneca y Cansino)”.

Muchos de estos mecanismos de producción de vacunas ya se vienen utilizando previamente en todos los países”, explicó, y señaló los casos de “vacunas a virus muerto: influenza, rabia, hepatitis A. Vacunas por subunidad proteica: hepatitis B, HPV, herpes. Vacunas por vectores virales: ébola. Vacunas por ARN: no han sido utilizadas en seres humanos, pero ya se utilizan en animales”.

La experta genetista subrayó que “no se ha demostrado que estos tipos de vacunas puedan integrar nuevo material genético a nuestro ADN”.

Además, precisó que “no han sido aprobadas aún las vacunas realizadas sobre plataformas de ADN”.

El doctor Simón Castellví coincidió. “No, las vacunas contra el COVID-19 no contienen ninguna sustancia que modifique el ADN humano. Ni las que se basan en ARN-mensajero ni las que utilizan un virus como vector”.

“El ARN-m se degrada en días o pocas semanas y solo da órdenes a los ribosomas de las células para que produzcan anticuerpos contra la parte del virus que actúa como llave para entrar a las células”, continuó.

“Los ribosomas se hallan apartados del ADN. De hecho, es muy difícil, por no decir imposible, que se pueda modificar el ADN de todas las células de nuestro cuerpo por medio alguno”, añadió.

El doctor Simón Castellví indicó que “a corto y a medio plazo las vacunas son eficaces y seguras. A largo plazo no se sabe, aunque se presume razonablemente que no tendrán consecuencias graves”.

3. ¿Las vacunas contienen algún dispositivo como chips u otra tecnología con la que se pueda controlar la voluntad de quienes son vacunados?

El doctor Simón Castellví subrayó que “las vacunas aprobadas en la Unión Europea, Reino Unido o Estados Unidos no contienen ningún dispositivo (chip) que pueda controlar la voluntad de los vacunados”.

“Otras vacunas tampoco parece que puedan controlar ninguna voluntad: sería algo inédito en ciencia. No hay manera de controlar voluntades con vacunas”, dijo.

La doctora Moya por su parte indicó que “la información que dan las farmacéuticas no reporta que haya dispositivos que permitan controlar la voluntad de los vacunados”.

No hay publicaciones científicas que sostengan que tales dispositivos biomédicos existan. La voluntad de las personas no puede ser controlada, ya que los actos voluntarios dependen de las decisiones racionales de las personas”, señaló.

Sin embargo, remarcó, “si las personas están poco informadas o se informan con datos falsos, pueden tomar decisiones que no sean las correctas para el cuidado de su salud y de su vida”.

4. ¿Las vacunas son innecesarias y la inmunidad de rebaño se podría lograr con los contagiados que se recuperan?

La doctora Graciela Moya explicó que “por el momento, dada la alta contagiosidad que tiene este virus, la variable información que tenemos sobre el tiempo que dura la inmunidad y la rapidez con las que aparecen las nuevas cepas, asociadas a la alta contagiosidad, no se ha demostrado que sea posible una inmunidad de rebaño con las personas que se han recuperado”.

“Por ello, por el momento es probable que las mejores estrategias para intentar resistir a esta pandemia sea el cuidado personal para evitar el contagio, y la vacunación”, dijo.

El doctor José María Simón Castellví señaló que “la inmunidad de rebaño que se podría lograr sin las vacunas, solo con los enfermos que se recuperan, tardaría mucho más en conseguirse y aumentaría mucho la mortalidad y la morbilidad de la población”.

“Las vacunas son absolutamente necesarias para evitar los sufrimientos y muertes de millones de personas”, resaltó.

El presidente emérito de la FIAMC resaltó que “estas reflexiones no son materia de fe. Se basan en la ciencia y en la conciencia profesional de un buen número de médicos católicos de diversos países miembros de la FIAMC”.

Entre estos expertos católicos, destacó, “se hallan especialistas diversos, infectólogos, internistas, investigadores, moralistas y otros”.