(Se presenta aquí una parte del discurso de entrada como Académico Numerario en la Real Academia Europea de Doctores del Dr. José María Simón Castellví (Barcelona, 19 de abril de 2023)).

Excmo. Sr. Dr. José María Simón Castellví – Real Academia Europea de Doctores (raed.academy)

Fotos: FIAMC Press Services

En sentido figurado el ojo de Dios es, entre el pueblo cristiano, el símbolo de la vigilancia, solicitud y omnisciencia del Señor sobre sus criaturas. Lo especifica la Sagrada Escritura (Antiguo Testamento, común con el judaísmo): 

  • Yahvé, el Señor Dios, tiene los ojos abiertos vigilando los caminos seguidos por los hijos de los hombres, para darles a cada uno lo merecido según su conducta y el fruto de sus obras (Jeremías, XXXII, 19).
  • En la piedra de Zorobabel hay los siete ojos del Señor que vigilan toda la Tierra (Zacarías, IV, 10).
  • El señor gira sus ojos para no ver vuestras manos llenas de sangre (Isaías, I, 15). Es decir, aparta los ojos ante quienes le ofenden con sus acciones.

En los monumentos figurados, el ojo de la divinidad, emblema relativamente moderno, es el símbolo del Dios presente en todas partes (presencia de inmensidad), el ojo de la Providencia que guía y protege a los humanos. El triángulo, representativo de la Santísima Trinidad, con el ojo de Dios Padre en el centro, comenzó a divulgarse también en época moderna. Es similar en algunas tradiciones filosóficas esotéricas o en el dólar americano.

Medalla de la Archicofradía de la Santísima Trinidad de Madrid.

          Una buena representación trinitaria es la lograda combinando diversos elementos: Jesús, representado por atributos de la pasión, el Espíritu Santo, en forma de paloma, y el ojo, símbolo de Dios Padre.

  • En Génesis 3: 2-7:

“La serpiente le dijo a la mujer: No moriréis en modo alguno; es que Dios sabe que el  día que comáis de él (del árbol que está en medio del jardín) se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal”. La mujer se fijó en que el fruto del árbol era bueno para comer, atractivo a la vista y que aquel árbol era apetecible para alcanzar sabiduría; tomó de su fruto, comió y a su vez dio a su marido, que también  
comió. 

Entonces se les abrieron los ojos y conocieron que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.”

          Tradicionalmente se dice que los libros del Antiguo Testamento, y especialmente el Génesis, se deben interpretar en sentido figurado. En cambio, los textos del Nuevo Testamento se interpretan en sentido literal, aun cuando algunos de ellos contengan el sentido figurado. No entro a comentar extensamente el texto del Génesis ya que es bien conocido: los primeros padres, utilizando mal su libertad, desobedecen a Dios y acceden
al Árbol de la ciencia del conocimiento del bien y del mal. La desobediencia, al ser libre aunque instigada por la serpiente (el diablo), conlleva un castigo: la expulsión del Paraíso terrenal, la pérdida de los dones preternaturales (no enfermar, no morir) y especialmente la pérdida de la privilegiada amistad con Dios. No sería digno del ser humano que sus acciones no tuvieran consecuencias. Y bien que las tuvieron.  El ser 
humano puede llegar a descubrir lo que es bueno o malo, pero no puede establecerlo. 

Quien lo hace es Dios. El castigo divino al hombre y a su descendencia fue justo y este estaba bien avisado. Sin embargo, ya entonces el Creador empezó a preparar la redención del hombre.

  • Evangelio de san Mateo 7:3-5

¿Y por qué miras la mota que está en el ojo de tu hermano, y no te das cuenta de la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo puedes decir a tu hermano: “Déjame sacarte la mota del ojo”, cuando la viga está en tu ojo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano.

  • Mateo 6:22-23

La lámpara del cuerpo es el ojo; por eso, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará lleno de oscuridad. Así que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande será la oscuridad!

  • Marcos 8:17-18

Dándose cuenta Jesús, les dijo*: “¿Por qué discutís que no tenéis pan? ¿Aún no  comprendéis ni entendéis? ¿Tenéis el corazón endurecido? Teniendo ojos, ¿no veis? Y teniendo oídos, ¿no oís?”.

El Apocalipsis 

          El Apocalipsis es el último de los libros de la Sagrada Escritura. Se denomina con una palabra griega que significa “Revelación”. Consta de una introducción, los destinatarios del texto, una indicación sobre el origen divino del libro, las cartas a las 7 iglesias que están en Asia (a las que Jesucristo alaba y reprende para que se arrepientan, según sus acciones) y los designios sobre el futuro del universo y de la Iglesia. El 
número 7 en la Escritura indica plenitud.

Fue escrito sin duda alguna por san Juan Evangelista al final de la época del emperador romano Tito Flavio Domiciano (año 96 de nuestra era) en la pequeña isla del mar Egeo llamada Patmos, a partir de la Revelación recibida un domingo, día del Señor. 

San Juan fue el único apóstol que no murió mártir. Lo hizo a edad avanzada. Jesucristo le encargó cuidar de su madre, la Virgen María. Juan es frecuentemente representado por un águila, por lo alto de su mística y la agudeza de su mirada, capaz de contemplar la divinidad del Verbo encarnado.

           El fin inmediato del libro del Apocalipsis era advertir a los primeros cristianos sobre los peligros para la fe, y consolarlos de las horrendas persecuciones de Domiciano. Habla de la segunda venida de Jesucristo (la Parusía) y el establecimiento perpetuo de su Reino al final de los tiempos. Diversos autores han dado claves de interpretación del libro que le quitan su connotación de terror, azuzado por el cine, y lo hacen más comprensible para las personas de buena voluntad. No solo profetiza hechos futuros sino que también habla de los presentes y de algunos hechos ya pasados, como 
cuando menciona los dos candelabros que están en presencia del Señor de la tierra y que darán testimonio de Él pero serán derrotados: 

representan las vidas y martirios de los apóstoles Pedro y Pablo, hechos del pasado para nosotros. Sin embargo, son finalmente exaltados y glorificados. Hoy son grandes santos.

          La gran noticia del Apocalipsis, que pasa demasiadas veces inadvertida, es la inmensa multitud de los salvados. Y también el fin de las tribulaciones del mundo actual.

          Respecto a la ira de Dios, que aparece diversas veces, no se trata de una pasión (Él no las tiene), sino que se habla de ella por analogía con sus consecuencias, el castigo que exige su Justicia, que es siempre menor que su Misericordia. 

          Aparece en el Apocalipsis con frecuencia, inmolado o glorioso, el Cordero, figura del que es digno de recibir el poder y la gloria por siempre

          El cordero inspira ternura en la mayoría de las personas de 
todos los tiempos. Proporciona alimento (leche, su propia carne), vestido y compañía. A este respecto hay que decir que las figuras que, de una manera u otra, representan a Dios en la Biblia (zarza ardiendo, voz, relámpagos, cordero, paloma, viento, nube, pelícano) han sido pensadas por Él mismo para representarse desde antes de la creación de los tiempos. La misma figura de Jesucristo, Hijo (Verbo) de Dios que asume la naturaleza humana, fue pensada probablemente antes que los seres humanos. Y nosotros 
fuimos hechos a imagen y semejanza de Jesucristo y no al revés. Siempre en el bien entendido de que Dios estaba fuera del tiempo hasta que lo creó y se introdujo en el mismo.

Imagen de Jesucristo con los ojos como llama de fuego (deregresoalacruz.org).

          En Apocalipsis 1, 12 aparece una visión de Jesucristo:

“Me volví para ver quién me hablaba; y al volverme, vi siete candelabros de oro, y en medio de los candelabros como un Hijo de hombre, vestido con una túnica hasta los pies, y ceñido el pecho con una banda de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos como lana blanca, como nieve, sus ojos como una llama de fuego, sus pies semejantes al metal precioso cuando está en un horno encendido, su voz como un estruendo de muchas aguas. En su mano derecha tenía siete estrellas, de su boca salía una espadatajante de doble filo, y su rostro era como el sol cuando brilla en todo su esplendor.”

          Los candelabros representan las iglesias en oración y remedan la “menoráh”, el candelabro de siete brazos del judaísmo. La túnica larga simboliza el sacerdocio de Jesucristo. La banda de oro, su posición real. Los cabellos blancos como lana, su eternidad. Sus ojos como una llama de fuego, la eterna Sabiduría divina. Los pies semejantes al metal o la voz como un estruendo de muchas aguas, su omnipotencia. Las siete estrellas en su mano derecha, el poder de regir a la Iglesia en su totalidad.

          En la Carta a la iglesia de Tiatira (Apocalipsis 2, 18), una pequeña ciudad con industrias textiles y fundiciones, aparece:

“Al ángel de la iglesia de Tiatira escríbele:

Esto dice el Hijo de Dios, el que tiene los ojos como una llama de fuego y los pies como el metal precioso: conozco tus obras, tu caridad, tu fe, tu servicio, tu paciencia y tus últimas obras, mayores que las primeras. Pero tengo contra ti que toleras a esa mujer, Jezabel, que se dice profetisa y enseña y seduce a mis siervos a fornicar y comer lo sacrificado a los ídolos. Le he dado tiempo para que se arrepintiera, pero no quiere arrepentirse de su fornicación”.

“… Yo soy el que escudriña los corazones y las entrañas y os daré a cada uno según vuestras obras.”

“… el que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” Aquí habla de los oídos en sentido figurado.

Querubines y serafines

Los querubines son seres celestiales superiores, dentro de la escala o jerarquía angélica, que viven en torno al trono de Dios y se les representa con solo su pequeña cabeza y las alas de la inteligencia (dos o cuatro). Caracterizados por la plenitud de ciencia con que contemplan la Belleza divina, para hacer más sensible esta idea se les ha venido figurando con un ojo en las manos y los pies, y las alas cubiertas de numerosos ojos*.

En el Museo Nacional de Arte de Cataluña – MNAC, Barcelona- en un fresco (pintura mural) del siglo XII procedente de la iglesia de Santa Eulàlia de Estaon (Pallars Sobirà, Lleida), puede admirarse una buena representación de querubín. 

Serafín del ábside central de Santa Maria d´Àneu.

Los serafines, seres angélicos con pies y manos que están ante el trono de Yahvé y cuyo cuerpo lo forman seis alas, también se los representa con múltiples ojos en ellas e incluso con un ojo en cada mano y en los pies, que significan su capacidad de conocimiento. Los ojos les permiten ver aunque un par de alas cubran su rostro, deslumbrados por la luz de Dios.

Son buenas representaciones de serafín las del fresco de la iglesia de Santa Maria d’Àneu (Pallars Sobirà, Lleida), pintado en el ábside por el llamado Maestro de Pedret (siglos XI-XII), actualmente en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.

* Eugène van Drival (abbé): Iconographie des anges. Revue de l’Art Chrétien. 1866, X, 271.

El Agnusdéi de siete ojos

La palabra agnusdéi (Agnus Dei o Agnus), lo mismo que su otro nombre castellano, Cordero de Dios, significa, en la acepción artística que ahora interesa, la imagen de un cordero que tiene siete ojos, cuatro (cuerpo/materia) a la izquierda y tres (alma/espíritu) a la derecha, símbolo de Cristo Redentor, del Salvador, y de su omnisciencia.

Agnusdéi de siete ojos.

Es san Juan Bautista quien llama a Cristo por primera vez Cordero de Dios (Jn. I, 29). En cuanto a los siete ojos, en el libro del Apocalipsis, atribuido a san Juan Evangelista o Apóstol, se dice (Apoc. V, 6): “Los siete ojos son los siete espíritus de Dios enviados a toda la Tierra”.

Agnusdéi de siete ojos de la iglesia de Sant Climent de Taüll.

Un bonito agnusdéi de siete ojos con nimbo crucífero puede verse en el fresco pintado, en el siglo XII, por el Maestro de Taüll en un medallón de llave de arco de la iglesia de Sant Climent de Taüll (Vall de Boí, Alta Ribagorça, Lleida), actualmente en el Museu Nacional d´Art de Catalunya.

Agnusdéi de Fray Eustaquio.

Advirtamos, sin embargo, que ha sido más frecuente la representación del Cordero de Dios con solo dos ojos, lo cual es más agradable a nuestra sensibilidad. Una muestra clásica de agnusdéi con solo los normales dos ojos es el conocido de Fray Eustaquio (1473-1555) y el que aparece en la famosa Adoración del Cordero (1426-1532) del panel central del políptico Cordero Místico (Catedral de Saint-Bavon, Gante, Bélgica), obra del pintor flamenco Jan Van Eyck (h. 1390-1441).

El Tetramorfos

          En el MNAC también aparece la figura del Tetramorfos con múltiples ojos. Se trata de los 4 vivientes del Apocalipsis, que representan a los 4 evangelistas: Lucas (toro, becerro o buey), Mateo (ángel u hombre), Juan (águila) y Marcos (león).

Santa Lucía de Siracusa

Los ojos figuran también en el emblema de alguna persona santa como simbólica representación de su martirio o invocación. Ello es especialmente significativo en el caso de santa Lucía de Siracusa (protectora de la vista), martirizada durante la persecución de Diocleciano. Dios le concedió unos más bonitos y penetrantes después de que los romanos se los arrancaran.

El poeta Joan Maragall

El poeta catalán Joan Maragall, en su obra Cant espiritual (1911) escribe:

“I quan vinga aquella hora de temença

en què s´acluquin aquests ulls humans,

obriu-me´n Senyor uns altres de més grans

per contemplar la vostra faç inmensa.

Sia´m la mort una major naixença!”


Excmo. Sr. Dr. José María Simón Castellví – Real Academia Europea de Doctores (raed.academy)