Hay evidencias que no son científicas

Los fines de la ciencia no dan lo mismo, no es igual salvar vidas o destruirlas, y los valores humanos que persiga no los da la propia ciencia, sino que le son propuestos a ella desde afuera.

Como cita John Lennox (entrevista), Einstein afirmó que es posible dar un juicio moral de la ciencia y no es posible, en cambio, que la ciencia por sí misma emita un juicio científico de la moral.

Por otra parte, la ciencia al enfocar hacia el Universo se topa con un misterio: ¿Cómo es posible que el Universo pueda ser conocido por el hombre, que sea cognoscible e inteligible (cfr. Lennox), que se descubran en él, por ejemplo, leyes matemáticas que predicen su comportamiento? Ello abre la mente capaz de asombro a la pregunta de si la armonía de la creación da a pensar en una Inteligencia asombrosa.

El lenguaje matemático que se halla inscrito en los seres naturales o el lenguaje complejísimo y maravilloso de la genética, más que sugerir una mera casualidad nos remite a un origen inteligentísimo. Por otra parte, el propio científico tiene que tener una fe con minúsculas de que el cosmos se puede entender, está regido por leyes. Sin esa fe el científico no puede realizar su trabajo.

Por otra parte, es falso que la ciencia explique todas las cosas y responda a todas las preguntas. Ya hemos visto que hay temas que son anteriores y base de la propia ciencia. Hay además otras cuestiones a las que la ciencia por su propio método y la clase de evidencia que maneja es incapaz de responder: ¿Cuál es el sentido de mi vida y de mi muerte? ¿Quién soy yo en mi intimidad?

Si explico que la música es meramente el resultado de la vibración de unas moléculas estoy diciendo una verdad parcial, que quizá me distraiga de captar la belleza y el mensaje de esa música. Aunque ambas cosas son compatibles, la ciencia da evidencia a su nivel, pero hay temas a los que no llega, evidencias que no son la evidencia científica.

La ciencia busca los por qués de las realidades materiales, sus causas, para poder predecirlas y así ponerlas al servicio de la humanidad. Y ello es loable. Así, un buen metereólogo detecta con sus datos, cálculos y reflexiones, que debido a unas bajas presiones y a su velocidad de propagación se espera, p.e., al cabo de 24 horas un viento huracanado en tal zona de la Tierra. Así los afectados pueden precaverse y evitar una catástrofe mayor. Así la ciencia es un don y puede beneficiar grandemente a los hombres.

Pero si nos interrogamos sobre cuál es la causa de esas dichas bajas presiones y seguimos indagando en la causa de esa otra causa, y así indefinidamente, el científico se topa con una cuestión que rebasa a la propia ciencia, con una cuestión que tendrá evidencia filosófica y no experimental: ¿cuál es la causa de las causas? ¿cuál es la causa primera?

Y no podemos suponer que la sucesión de seres y causas, un ser viene de otro ser que es su causa, sea indefinida, forzosamente en el origen hay un ser que no es causado y es causa primera de todo. Sería como si consideramos un tren y decimos que un vagón es arrastrado por el de delante (un ser genera a otro ser que viene detrás, así abuelo, padre e hijo). Pero si no hubiera al principio del convoy del ferrocarril, una máquina locomotora, que se mueve por sí misma, ningún vagón se movería (ningún ser causaría, originaría a otro ser). Es decir, sin un ser que existe por sí mismo y no es causado por otro, ningún ser existiría.

De todas formas, la noción de Dios – causa primera – que alcanzamos con este raciocinio es pobre. Cualquier creyente nos dirá que para él Dios es mucho más: Dios es bueno, infinitamente bueno. Y la mera razón puede balbucir algo al respecto: Si alguien pensara que Dios es malo, tendrá en su mente: “Dios ha permitido esto (un mal) y yo no lo permitiría”. Con lo que inconscientemente estará pensando: “yo soy más bueno que Dios”. Pero si creemos en Dios que es causa primera de todo, también de mis cualidades y de mi bondad: ¿Cómo podría ser que quien me ha dado mi bondad sea menos bueno que yo? Vemos el absurdo.

Volvamos al principio, la ciencia nos acerca a la verdad, dentro de sus límites; la ciencia es un excelente don de Dios, que debe acercarnos a Él y por tanto el buen científico la utilizará para hacer el bien a sus semejantes. Y un uso distinto, no sería bendecido por el Señor y daría frutos amargos. Y la evidencia filosófica y la evidencia, oscura, de la Fe son compatibles cada una a su nivel, con la evidencia de la ciencia.

Javier Garralda Alonso