Dr. José María Simón Castellví

Presidente emérito de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas (FIAMC)

Ha sido una constante católica y obra de misericordia rezar por los vivos y por los difuntos. Tanto por aquellos que son generalmente buenos como por aquellos que han cometido graves actos malos. También, por los que sufren, culpable o no culpablemente. Se trata de implorar el auxilio divino para los justos y para los injustos. Estas oraciones pueden ser públicas o privadas.

En el hecho de rezar se halla la clave para superar las inmensas dificultades que presenta la instrucción vaticana “Fiducia supplicants”. Todos podemos rezar para que personas bajo situaciones irregulares o pecaminosas alcancen luces y ayudas que les permitan superarlas y orientar sus vidas con lo que desea nuestro Creador. Se puede y debe rezar por situaciones de las que no conocemos todas sus complejas implicaciones o sus protagonistas.

Hay que distinguir entre estas oraciones (públicas o privadas) de las bendiciones realizadas por un sacerdote, de la confesión de los pecados o de los exorcismos (públicos o privados).

En la Revelación pública de Dios a la humanidad, así como en numerosas revelaciones privadas, es una constante la condición del arrepentimiento y de la penitencia para que nuestros pecados sean perdonados. En el Apocalipsis, un texto que significa “Revelación” y que ha sido muy maltratado por el cine y parte de la opinión pública, Jesucristo insiste en que valora las obras buenas de las siete iglesias pero pide arrepentimiento para las malas. Queda claro en el texto que la maldad será castigada. Sin embargo, el gran mensaje positivo del Apocalipsis es la inmensa multitud de los salvados por el Cordero (Jesucristo) y el fin de las tribulaciones de la humanidad. El libro no sólo trata del fin de los tiempos. Es como un resumen de la historia. Algunos sucesos, como la caída de la bestia del imperio romano, ya han sucedido.

En el trato con los demás hombres, por la dignidad que merecen, no es posible sustraerles la verdad. Que hay cosas correctas y cosas incorrectas. No sería digno del ser humano darle la impresión de que se le anima a seguir una senda incorrecta. Por difíciles que sean las situaciones -pruebas- nunca se puede hacer pasar el mal por bien. En este sentido, siempre se puede rezar por las personas que se hallan en situaciones antropológicamente erradas, por prolongadas o difíciles que sean, por mayores o menores que sean los atenuantes (a veces, eximentes) de su situación moral. Incluso la poca imputabilidad moral no nos debe inhibir de impulsarles a realizarse con obras claramente buenas. Sin imponer más cargas que las que pone el Cielo. Nuestra religión no es pecadocéntrica, sino cristocéntrica. Todo mal debe evitarse pero es más importante agarrarse a Cristo y hacer el bien.

La misma naturaleza habla. Y habla para ayudarnos. Nuestros actos pueden tener consecuencias muy dolorosas (el alcoholismo, la sexualidad desordenada, el consumo de drogas, las peleas…) Y eso aunque solo tuviéramos en cuenta las más físicas. A veces, en el pecado va la penitencia. Y muchas veces nuestros actos hacen que inocentes, de esta o de otra generación, sufran.

Es por todo ello que tampoco vería bien bendecir otras situaciones. Como a una persona o a un equipo que va a cometer una eutanasia voluntaria. Se puede rezar por todos los implicados, compadecerse del enfermo doliente o ya difunto y de los profesionales que erradamente creen que le hacen un bien, pero nunca dar de alguna manera un visto bueno a algo que está mal.