¡Habemus Papam!
Sí. Tenemos Papa. Y es sudamericano. Y es argentino. Y le conocemos. Es cercano y le queremos. Demasiadas alegrías y emociones para un solo día. Nos desborda realmente.
Si recordamos que días antes del cónclave alguien había dicho que la Iglesia necesitaba una suerte de “superpapa” que debía reunir la sencillez, la humildad y bonhomía del Beato Juan XXIII, la capacidad administrativa de Pablo VI, el carisma y la simpatía del Beato Juan Pablo II y la sabiduría de último pontífice, no cabe duda: éste es el hombre. El Espíritu Santo ha elegido a una persona cálida, sencilla, profundamente amada por los más pobres de su país, con mano firme para conducir su diócesis por más de seis años en tiempos muy duros de enfrentamiento por temas no negociables y un luchador incansable a favor de la vida, en contra del matrimonio del mismo sexo y de las tiranías que se disfrazan de democracia.
Escuchamos a un conocido comentarista europeo manifestar su sorpresa: el cardenal argentino no estaba entre los diez papabiles más voceados a pesar de haber obtenido una votación muy alta en el cónclave anterior que escogió al papa emérito Benedicto XVI. Pero nosotros lo esperábamos. Ya era tiempo de recoger la frase profética de Juan Pablo II que calificó nuestra América como “el continente de la esperanza”. De los mil doscientos millones de católicos, el 40% se encuentra aquí y se calcula que en poco tiempo, con el crecimiento demográfico, dos tercios de los fieles católicos estarán en esta América nuestra que, como dijo el poeta, “reza a Jesucristo y habla en español”.
Una vez más se ha puesto en evidencia el atractivo universal de la Iglesia Católica. En menos de veinticuatro horas el Papa Francisco es noticia en todos los medios del mundo, católico y no católico. Todos los jefes de estado le han hecho llegar su felicitación, su adhesión y sus respetos. En el fondo saben que el reinado petrino, con el favor de Dios, durará más que el de ellos.
Hay poco que decir del Papa que no haya sido dicho ya. Conocemos los idiomas que habla, el contenido de sus homilías y la ropa que viste; pero nos gustaría dedicar unas palabras a su lado más humano.
El Padre Jorge – como a él le gustaba que lo llamasen en su Buenos Aires – es un ser increíble. Es un hombre humilde, austero, sabio y santo. No vivió en el palacio arzobispal de Buenos Aires; prefirió un departamento sin tanta pompa. Este pastor no se desplazó en vehículos oficiales ni utilizó “seguridad”; lo hizo siempre en bus y en todo tipo de transporte público rumbo a lugares marginales considerados hasta peligrosos al rescate de la oveja perdida. ¿Gustos? Lectura, ópera, tango y fútbol.
De pocas palabras pero de una gran firmeza en sus convicciones. Una persona que dice y llama a las cosas “por su nombre”. Es la persona justa en los momentos difíciles de nuestro mundo para conducir la Iglesia y su influencia va a ser de vital importancia.
En este, nuestro Francisco, se dan muchas “primeras veces”. Primer papa latinoamericano. Primer jesuita. Primer Francisco, evocando al poverello de Asís. Primer papa que en su primera aparición después de la cual rezará por nosotros, hace que la gente congregada en la plaza de San Pedro, rece con él y por él, protagonizando un momento bellísimo e indescriptible.
Y así seguiremos, rezando con él por esta América que tanto lo necesita y a la que Dios le concede el privilegio de escoger uno de sus hijos para representarlo.
Dra. Maíta García Trovato, de los Médicos Católicos del Perú