Reflexiones sobre los honorarios médicos

Actitud humanitaria del médico y la remuneración por su servicio

Boletín N° 24 / Marzo de 2002

Algunas reflexiones sobre los honorarios médicos

Dr. Francisco Antonio Laviada Arrigunaga

Los honorarios médicos serán siempre un tema controvertible por diversas razones culturales, socioeconómicas, éticas e incluso semánticas.

Los médicos son seres humanos corruptibles como sucede en cualquier conglomerado. El único escudo que los protege es la vocación de servicio que significa sentir alegría cuando un semejante pone el apreciado tesoro de la salud en sus manos, estableciendo una relación, que ha diferencia de otras profesiones, será más personal, más intima, más privada, paciente y generosa. Para que el servicio no se contamine y sea eficaz, se requiere de profundo respeto de los tradicionales principios éticos y de aquellas normas morales que algunos avances tecnológicos tienden a deshumanizar.

Como la salud es un derecho proclamado por la carta de las Naciones Unidas, se supone que debería ser gratuita, y su cuidado, estar a cargo de instituciones sostenidas por el Estado, sin embargo, esta conquista, o ideal, debido a las deficiencias humanas, no completa sus objetivos.

Actualmente existen en todo el mundo civilizado instituciones en donde en gran parte se cumplen los propósitos que estos servicios proclaman, siempre y cuando el paciente pueda escoger a su médico, para que la relación médico-paciente se logre.

En forma paralela, se prestan servicios que otorgan profesionales independientes que ejercen lo que se llama: La Medicina Privada.

Se llama “honorarios” al estipendio que se le da a una persona por su trabajo en algún arte o profesión liberal. En el caso de la medicina el paciente hace honor a su médico otorgando un regalo o determinada cantidad de dinero que pudiera haberse convenido o no, previamente. Aunque esta palabra “honorario” puede ser sustituida por otras, por ejemplo: estipendio, retribución, paga, sueldo, tarifa, emolumento, salario, etc., el uso le ha dado más categoría a este vocablo, reservándolo principalmente para señalar la retribución que se entrega en las profesiones liberales, entendiendo por éstas, aquellas que se ejercen pública y libremente.

En alguna ocasión ciertos médicos han comentado que la medicina es un buen negocio, y en verdad puede llegar a serlo cuando se mercantiliza uno de los oficios más nobles que ejerce un hombre estudioso y amable con vocación de servicio.

Es de lamentar que existan galenos sin vocación que han puesto su corazón en el dinero, como mata de sus aspiraciones, convirtiendo su servicio en mercancía que, además, se anuncian en los medios de comunicación con redacción de tipo comercial, sin pudor, “ofreciendo curaciones casi milagrosas”[1].

El prestigio del médico se gana a pulso, no necesita del anuncio publicitario, porque son las actitudes de servicio su mejor recomendación.

Es necesario encontrar parámetros y definir conductas para señalar cuáles son las actitudes que deben regir en relación con los honorarios. En el “tribunal” de la conciencia se deben analizar, con el corazón en la mano, varios factores como:

1) Factores personales del paciente:

Condición económica que incluye el salario, poder adquisitivo de la moneda, sitio geográfico en donde vive el paciente, casa habitación, medio de trasporte que utiliza, costos de los medicamentos, enfermedad aguda o crónica, costumbres higiénicas, etc.[2]

En el caso de que el tratamiento requiera el ingreso a una clínica u hospital privado conviene aclararle cuáles serán los gastos de la hospitalización y cuáles los honorarios personales del médico que, por consideración personal, pueden ser reducidos para ayudar al paciente al pago total del tratamiento, incluyendo análisis de laboratorio y el uso de los aparatos de alta tecnología. Este gesto humanitario siempre beneficia al enfermo.

2) Factores personales del médico:

La relación médico-paciente bien lograda a través de una historia clínica realizada con amor y paciencia, aporta los datos necesarios para lograr el diagnóstico correcto y para el adecuado y bien intencionado manejo justo de los honorarios. El objetivo final es lograr la salud del enfermo sin lesionar su economía ofreciéndole además, nuestros conocimientos, amistad y cariño. Reiteramos, la salud es un derecho puesto al cuidado de los médicos con vocación de servicio[3].

Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica sostiene, que “tiene derecho a recibir una justa retribución todo aquel que preste unos servicios a los que no está en justicia obligado, con tal de que esta retribución sea moderada de acuerdo con las costumbres establecidas, proporcionada por el trabajo realizado y a la distinta condición de las personas beneficiadas”[4].

Entonces, ¿a quién corresponde fijar el monto de los honorarios? “En algunos países los fijan las corporaciones profesionales, los colegios médicos, organismos sindicales o estatales, etc. La creciente socialización de la medicina en aras de suministrar al hombre enfermo todo tipo de asistencia médica, coloca a muchos médicos en la situación de figurar en una nómina de salarios que fija la institución beneficiaria”.

Teniendo en cuenta la inestabilidad de las economías en diversos países del mundo, sugerimos tener en cuenta el salario mínimo cambiante, la devaluación de la moneda, el poder adquisitivo de la misma y la situación económica personalizado, para que, con sensibilidad generosa, conservar los honorarios en un nivel justo y razonable por debajo de lo esperado, en forma tal, que el paciente sienta que se le ha hecho un verdadero servicio.

El detrimento del examen clínico y de la adecuada relación médico-paciente ha contribuido a la deshumanización de la medicina, otros factores éticos como son la dicotomía, “las piñas”, la venta de certificados de salud o de defunción, el abuso del número de análisis de laboratorio o estudios de gabinete no siempre necesarios, son los temas de los cuáles nos ocuparemos en otra ocasión.

En Yucatán, por lo general los honorarios se conservan a un nivel razonable, los abusos son excepcionales, y si los comparamos con los que rigen en el D. F. y en otros Estados de la República se conservan aceptables.

La justa retribución a la labor del médico

Dr. José María Pino Rosado

Desde tiempo inmemorial el trabajo del médico se ha considerado como diferente al de alguna otra disciplina, algo así como una mezcla de ciencia, “magia”, arte y milagro y como tal la retribución de dicho trabajo se ha cuestionado, tomando en cuenta esas condiciones, lo que no ocurre con el trabajo de otras disciplinas a quienes se les paga sin pensar en que se incurrió en algún exceso o que, dadas las condiciones socioeconómicas de las personas a las que se prestó el servicio, estas pudieran estar inclusive exentos de ese pago. En efecto, a los profesionales de la medicina se nos vincula con labores altruistas, otras veces llamadas apostólicas, como obligadas a ser gratuitas porque la salud se considera un don divino y como tal debe ser resguardado o recuperada.

Así se ha condicionado una idea un tanto romántica de la práctica de la Medicina, idealista, en que contemplando al paciente al tenerlo frente a frente decidamos el monto de la retribución que dependiendo de nuestra formación moral o humanística, podrá ser desde cero o hacer concesiones a una tarifa previamente fijado, de acuerdo al comportamiento de las mismas ya sea por el tipo de servicios, la especialidad, el uso de algún aparato o alguna tecnología que nosotros los médicos tenemos que pagar, el inmueble que compramos o rentamos, el pago a el personal que nos ayuda, servicios básicos como electricidad, comunicaciones, pago de impuestos, etc.

Debería considerarse, en primer término, que la formación de un médico, es de muchos años de trabajo intenso en horas interminables de estudios o de cuidado junto al enfermo grave sacrificando horas de sueño, con jornadas de 24 y hasta 40 horas, además de los costos de libros, colegiaturas, materiales didácticos, e instrumental.

Posteriormente, el médico tiene el compromiso de seguir actualizando sus conocimientos ya que la Medicina se distingue por cambios y adelantos vertiginosos, de tal suerte que “en la Medicina, el no seguir estudiando equivale no sólo a detenerse, sino a ir hacia atrás” (Dr. Marañón). Para lograr estos propósitos es necesario hacer erogaciones pagando libros, publicaciones científicas, inscripción a medios de comunicaciones cibernéticos, asistencia a congresos, cursos de actualización, la mayoría muy costosos.

En nuestro medio se podría decir que las tarifas preestablecidas por los servicios médicos son más reducidas que la mayoría de las entidades, especialmente del Distrito Federal, Guadalajara o Monterrey e inclusive de ciudades cercanas como Cancún (un porcentaje del 20 al 3O % menor para el año 2001), donde ya la “dolarización” es un hecho y donde los servicios son ofertados a personas de otros países como EE.UU. de Norteamérica, precisamente por lo atractivo de los precios si los comparamos con lo que se eroga por ellos en dicho país. En Yucatán, la gran mayoría de los médicos yucatecos, tienen una visión humanitaria de la Medicina aún, la cual es el legado del hogar y también de las enseñanzas de maestros y médicos que tuvieron a bien impartir cátedras de ética y que predicaron el ejemplo. Otro factor contribuyente es el apoyo de una formación cristiana que permite contemplar al paciente como un ser humano urgido de ayuda más que como con un signo de pesos.

Una de las tareas y metas principales del médico es la del servicio. Los que trabajamos a nivel de Medicina institucional o privado y los que hemos tenido el privilegio de servir a nuestro prójimo sin pensar en el aspecto económico, podríamos decir que el trato en las diferentes circunstancias debiera ser igual y esto habla de congruencia y autenticidad.

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[1] Kuthy Porter, Villalobos Pérez y Colaboradores. Introducción a la Bioética. Honorarios Médicos, Dr. Rohde Federico C., México, D. F. 1997, pp 107-113.

[2] Roldán González, Julio, Ética Médica. Los honorarios Médicos. Librería Parroquial de Clavería, México 1990, pp 79-86.

[3] Introducción a la Bioética, ibídem.

[4] Ética Médica, ibídem.