“La Eutanasia mata”. Nuevo argumentario sobre la eutanasia de e-Cristians
En su sentido etimológico, “eutanasia” significa “buena muerte”, es decir morir bien, y en ningún caso dicha palabra se asimilaba al acto de infringir la muerte o infringirse el suicidio. No solo eso, el juramento hipocrático prohibía y prohíbe al médico hacer nada que pueda ocasionar la muerte del paciente.
El cambio se produce en la época moderna cuando de la mano de la eugenesia, la “ciencia” que pretende mejorar “la raza”, consigue modificar el sentido del concepto de eutanasia para convertirlo en una práctica dirigida a poner fin a la vida de las personas. El primer lugar donde se aplica realmente es en los años 30 en la Alemania gobernada por los nazis.
La cuestión clave es esta. Lo que es moralmente aceptable y deontológicamente aplicable para las profesiones sanitarias, es que ante un paciente en situación terminal se actúe o se deje de actuar con la intención de prestarle el mejor cuidado permitiendo la llegada de la muerte. Por el contrario cuando se hace algo o se deja de hacer con la intención directa de producir la muerte, entonces resulta moral y deontológicamente rechazable y esto es precisamente lo que promueve el proyecto de ley español sobre la eutanasia. La diferencia radica en el fin: prestar el mejor cuidado, y esto en términos de hoy son los cuidados paliativos, o bien matar en lo que ahora se conoce como eutanasia.
La Eutanasia mata. Con permiso de la víctima, ejercido con mayor o menor grado de consentimiento, pero mata. En realidad, la eutanasia es un tipo de homicidio, o de suicidio, según cómo se establezca. Reflexión. ¿La muerte, matar como sistema legal, puede ser la solución a un problema humano?
La Eutanasia no sirve para evitar el sufrimiento. Piénsalo, la muerte siempre es dolorosa, incluso cuando es programada. Este dolor es visible para los demás o, en otras ocasiones, sólo es interno, lo experimenta la conciencia.
Uno de los sufrimientos peores es el del arrepentimiento tardío, como el que experimenta el suicida que ha saltado al vacío. ¡Quiere volver atrás!, pero ya es tarde. La eutanasia no evita el sufrimiento final, solo lo enmascara. La muerte no es el fin dela conciencia. Según como mueras, vivirás.
La eutanasia es irreversible. Ese es el problema. Una persona, puede atravesar un estado de depresión, o ser empujada a ella por su entorno durante un cierto tiempo, un mes, dos, tres. Si en este tiempo solicita que acaben con su vida lo habrá hecho en unas condiciones en las que no era ella misma. Pero será tarde. Ya estará muerto. La ley, si se aprueba, establecería 30 días entre petición y muerte. Demasiado poco para vencer la depresión.
La eutanasia no es consecuencia de la libertad, sino que es su víctima. Está ampliamente documentado que la causa fundamental que impele a buscar la muerte no es la enfermedad terminal, o una gran incapacidad funcional, sino la falta de reconocimiento humano y la soledad. Sentirse un “algo” que sobra, que es una carga o molestia para su familia, que es ignorado, o bien que está solo, terriblemente solo. Es esto sobre todo lo que crea las condiciones para desear morir. La gran tarea de nuestra sociedad ha de ser reconstruir el reconocimiento y el acompañamiento. Esa sí es una actitud humana y no la muerte.
Una ley sobre la eutanasia empuja a la muerte… porque es ir de legal. Lo que la ley permite se acaba convirtiendo en un deber moral que condiciona a la sociedad y a las mentes. La propia ley influye sobre la persona, estimula a su entorno a escoger la vía de la muerte. “¡Qué haces tú en este mundo!”. Se presupone que hay vidas que no vale la pena que sean vividas.
La eutanasia favorece el suicidio, pues considera que la muerte provocada puede ser la solución para los problemas y cargas de la vida. Es un peligro para los que sufren ideas de suicidio ya que “normaliza” esta práctica.
La eutanasia no aumenta la autonomía personal, e incluso puede reducirla. La persona, sin necesidad de una ley que permita la eutanasia, puede suicidarse sin mucha complicación. Pero la ley posibilitará que otros decidan sobre la vida ajena.
La eutanasia defiende una idea equivocada de la libertad al pensar que ésta es mayor cuanto más numerosas sean el número de opciones, en lugar de contemplarla en su relación con la calidad de las mismas. Ser libre es poder optar entre opciones buenas. La eutanasia no es una buena opción.
La Eutanasia es una solución para aligerar los costes del Estado en sanidad y pensiones. Es la contrapartida real a la falta de nacimientos. Muchos ingenuos aun piensan que los motivos son benéficos. ¡Qué error! Cuando todos los datos advierten que los gastos en sanidad crecen porque aumenta la población en edad avanzada, que sufre enfermedades crónicas complejas, cuando saben que las pensiones no alcanzan, y que cada vez hay menos jóvenes para trabajar, la eutanasia se convierte en la medida fácil de los poderosos para cuadrar el presupuesto público, sin aumentar los impuestos.
Los ricos no utilizan la eutanasia, o la emplean en mucha menor medida que los demás. ¿Habéis visto los datos de los países que la aplican? ¿Qué porcentaje de gente de altos ingresos la utiliza? Casi nadie. No sólo eso. Como pueden pagárselo, acuden a hospitales privados que les garantizan buenos cuidados paliativos y que en ningún caso les aplicarán la eutanasia. La eutanasia acaba siendo una medida que afecta sobre todo a gente con pocos recursos económicos.
La eutanasia es una perversión de la piedad. La verdadera compasión es la solidaridad con el dolor de los demás, y no la eliminación de la persona. Ahora, los cuidados paliativos y el acompañamiento son la respuesta al sufrimiento, como lo es la construcción de una sociedad más fraterna a medio plazo. Las atenciones paliativas no alargan artíficamente la vida, en ocasiones más bien lo contrario como efecto colateral. Su fin es proporcionar calidad de vida.
El gran objetivo humano: cuidados paliativos para el 100% de la población. Vivir y morir bien. Sin sufrimiento, en compañía.
La eutanasia margina los cuidados paliativos de las políticas públicas. Con ella hay más gente que sufre y su único camino es usarla. Ese es su éxito. La prueba es que Bélgica y Holanda, pioneros en legalizar la eutanasia, poseen unos servicios paliativos que son peores que los de muchas comunidades autónomas españolas.
No te creas las promesas de los políticos. Dijeron que bajarían los impuestos, y los subieron, que aumentarían las pensiones con la inflación y va a ser que no. Si se aprueba la eutanasia, los cuidados paliativos de calidad acabarán siendo sólo para los ricos.
Legalizar la eutanasia en una economía de mercado como la nuestra, promueve su negocio. La creación de un complejo entramado de médicos, personal de enfermería y abogados que, dedicándose a ella, la tengan por principal negocio. El afán de lucro de esas personas presionará inevitablemente para condicionar la tutela de los derechos de los pacientes.
La eutanasia reduce la responsabilidad personal. Por un lado, el deber del que quiere morir para con sus personas queridas y la sociedad queda absuelto. Por otro, el deber de cuidado queda reducido por la posibilidad de dar una solución que se presenta como viable y legal. Ello puede tener consecuencias sociales de profundo y trágico calado.
La eutanasia o suicidio asistido por personal médico deteriora la confianza médico-paciente. Es así que muchas personas han cambiado de país de residencia por no fiarse de las prácticas de ciertos médicos en situaciones extremas. La eutanasia es contraria al juramento hipocrático que desde hace cerca de 2.000 años caracteriza la profesión y la ética médica. Es una ruptura deontológica brutal que tendrá consecuencias sobre dicha profesión y sobre todos nosotros.
Existe una tendencia a que se extienda la aplicación de la eutanasia para condiciones no terminales. Esto sitúa a los enfermos psiquiátricos, los dementes, los ancianos y los recién nacidos discapacitados en grupos especialmente vulnerables, como ha ocurrido en estados totalitarios en algunas épocas de la historia.
Y una última reflexión en el caso de que creas en Dios:
Él no quiere que sufras por encima de tus fuerzas, pero tampoco quiere que acabes con el don de la vida que Él te ha dado. Tienes otros caminos para apaciguar el sufrimiento y crecer ante Dios. Si Dios existe lo prudente es escucharlo para no sufrir después de tu propia muerte.
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