NUEVA EVANGELIZACIÓN Y FÁTIMA

Dr. Juan Pablo Mönckeberg S.
Academia de Medicina San Lucas – Chile

Si entendemos por “Nueva evangelización”, el proceso que se desarrolla en la Santa Iglesia, o más bien el plan de acción para evangelizar a los que, con los esfuerzos realizados hasta ahora no se ha logrado llegar, proceso al que somos todos los Católicos llamados, es fácil ver que nos toca a los médicos y a todos los profesionales de la salud, tan cercanos al sufrimiento, un rol especial. Es en el sufrimiento y penitencia donde quiero detenerme, ya que si de “Nueva evangelización” se trata, ha sido éste el énfasis más importante del mensaje de Nuestra Señora en sus más recientes apariciones.
Ya en Fátima, nos señaló que deberemos hacer mucha penitencia, los Niños dieron claro testimonio de esto y en sus vidas el padecimiento cobró gran importancia. Llaman la atención las hermosas palabras de Francisco en su lecho de muerte donde debió soportar casi 5 meses postrado; cuando Lucía le preguntaba si sufría, él contestaba: “Sí, bastante, pero no importa, sufro para consolar a Nuestro Señor e iré en breve al Cielo”. Y el mensaje de Nuestra Señora en su cuarta aparición es todavía más claro: “Mirad que van muchas almas al infierno por no haber quien se sacrifique y ruegue por ellas”.
De esta manera nuestra práctica diaria cobraría gran importancia, si además de cumplir con nuestras propias obligaciones en lo que a la penitencia se refiere, ayudamos a quienes han de sufrir, por voluntad de la Providencia de Dios, a su conversión y así a encontrar un sentido y junto a ello un consuelo a su padecimiento. En el mensaje de Fátima, Nuestra Señora nos da la respuesta exacta de cuál es el rol que debemos tomar; por un lado no dejar la vida devota y por otra, procurar la penitencia. Por esto, si somos capaces de hacer ver en nuestros pacientes que sufren, que en lo más profundo de sus padecimientos se está mostrando el designio de Dios, un Padre bueno e infinitamente misericordioso, que no permite males en nosotros si no es por obtener un bien mayor de ellos, sólo si somos capaces de eso, no será entonces necesario justificar el sufrimiento y el dolor, búsqueda que en ocasiones termina en la desesperanza y pérdida de la Fe, porque el dolor y sufrimiento tienen un valor especial como parte natural de la vida de todo ser humano. No hay persona que en su vida no sufra ni sienta dolor y tampoco puede pensarse que quien sufre ha sido abandonado por Dios, por lo que la aceptación y su adecuado uso es esencial, pero para esto hay que estar preparado, o bien, correctamente guiado en el momento del padecimiento. Fue así, y en la misma línea como el Santo Padre Pío XII en 1957, ante la Sociedad
italiana de anestesiología señaló en cuanto al uso de la analgesia en los moribundos, la importancia del derecho inquebrantable que tiene un enfermo en rechazarla. “Nadie tiene la obligación de hacerlo, pero debido a que según el espíritu del Evangelio el sufrimiento contribuye a la expiación de los pecados personales, y a la adquisición de abundantes méritos, es entendible que aquellos cuya vida está en peligro, pueden tener un motivo
especial para aceptar el dolor con la muerte ya cercana, por lo que sería evidentemente ilícito practicar la anestesia contra la voluntad expresa del moribundo”. -O bien negar información al enfermo acerca de su precaria condición médica, que de saberlo, en algunos pudiera instarlos a un período de penitencia, de mayor entrega y aceptación cristiana del padecimiento, siendo la muerte el paso que preparamos a lo largo de todas nuestras vidas-.
En este sentido, si ajustamos el mensaje de Fátima a nuestra labor diaria, donde en ocasiones nos vemos consumidos o movidos por una medicina comercial, en la que la gente nos pide la solución a sus padecimientos y que muchas veces vemos que tantos sufrimientos son un mar de angustias que terminan por ahogar a quien los padece, en la medida que podamos de esta manera, como médicos católicos, ayudar a nuestros pacientes a encontrar el sentido divino del dolor, seremos para ellos la fuente de Esperanza en su real sentido que Nuestro Señor tiene contemplada en su plan de Redención, porque cuando un médico alivia los padecimientos físicos sólo lo hace en forma temporal, pero cuando lo mismo hace al alma, puede hacerlo para siempre.

*** La Academia de Medicina San Lucas, Corporación de Médicos Católicos de Chile, fundada en 1911 y adscrita a la JUNTA ARQUIDIOCESANA por Decreto Canónico, firmado por el Cardenal José María Caro, Cardenal Primado de Chile, en 1940.

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** La actual Presidenta de la Academia es la Dra. Pilar Vigil.

* En la foto de portada, el Dr. Francisco Díaz, anterior Presidente de la Academia y antiguo miembro de la Ejecutiva de la FIAMC