¿Alguna vez te has cruzado con alguien ataviado con una mascarilla para proteger su boca y su nariz? Es una imagen cada vez más frecuente y altamente significativa. Ahora bien, nos puede ayudar a caer en la cuenta de que, en el mundo de hoy, nueve de cada diez personas respiran aire contaminado. El Día Internacional del Medio Ambiente, convocado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) cada 5 de junio, ha sido dedicado este año a avanzar en la conciencia acerca de la contaminación del aire. Una de las acciones de concienciación propuestas es, precisamente, el “desafío de la mascarilla”.

En esta ocasión, el país anfitrión de este evento global ha sido China, que sufre de un modo especialmente agudo las consecuencias de la contaminación atmosférica y que, al mismo tiempo, ha afrontado de manera decidida este problema en el plano nacional, de un modo que puede estimular a otros países. Este año 2019, con el lema #SinContaminaciónDelAire, el Día Internacional del Medio Ambiente nos invitaba a reflexionar sobre qué cambios podemos hacer en nuestra vida cotidiana para reducir la contaminación atmosférica y, de este modo, disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero y beneficiar la salud de las personas.

Ya el Papa Francisco, en su carta encíclica sobre el cuidado de la casa común, denunciaba que “la exposición a los contaminantes atmosféricos produce un amplio espectro de efectos sobre la salud, especialmente de los más pobres, provocando millones de muertes prematuras. Se enferman, por ejemplo, a causa de la inhalación de elevados niveles de humo que procede de los combustibles que utilizan para cocinar o para calentarse” (Laudato Si’, n. 20). No podemos trivializar el asunto: se trata de sencillos comportamientos cotidianos, pero con dramáticas consecuencias en la vida de las personas.

Aunque sus efectos se hacen sentir en diversos contextos, la contaminación atmosférica está particularmente asociada a la urbanización, como también señalaba el Papa: “Hoy advertimos, por ejemplo, el crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres para vivir, debido no solamente a la contaminación originada por las emisiones tóxicas, sino también al caos urbano, a los problemas del transporte y a la contaminación visual y acústica” (Laudato Si’, n. 44). Más concretamente, sabemos que “en las ciudades circulan muchos automóviles utilizados por una o dos personas, con lo cual el tráfico se hace complicado, el nivel de contaminación es alto, se consumen cantidades enormes de energía no renovable y se vuelve necesaria la construcción de más autopistas y lugares de estacionamiento que perjudican la trama urbana. Muchos especialistas coinciden en la necesidad de priorizar el transporte público” (Laudato Si’, n. 153). A nivel mundial, el sector transporte es responsable del 25% de las emisiones de CO2, causando unas 400.000 muertes prematuras cada año.

Recurramos por un momento a la sabiduría bíblica, que nos revela el sueño de Dios para la creación y la humanidad. El segundo día de la creación, Dios hizo el firmamento (Gen 1, 7); el cuarto día, creó las lumbreras en el firmamento celeste (Gen 1, 14); y en el quinto día, hizo a los animales, incluyendo a las aves que surcan el aire (Gen 1, 21). Es decir, que Dios deseó y creó una atmósfera para la vida.

A lo largo de la historia bíblica, sin embargo, la contaminación del aire aparece también como señal y consecuencia de las desordenadas acciones humanas. Mencionemos solo dos ejemplos conocidos: la falta de hospitalidad y la violencia contra los extranjeros en las ciudades de Sodoma y Gomorra son castigadas con “una lluvia de azufre y fuego” (Gen 19, 24), “una humareda como la de un horno” (Gen 19, 28). El segundo ejemplo se relaciona con la opresión y explotación laboral que sufre el pueblo hebreo en Egipto: la novena plaga, previa a la liberación del Éxodo, consistió en “unas tinieblas tan densas que podían palparse” (Ex 10, 21).

También el libro del Apocalipsis nos hace caer en la cuenta de esta dimensión conflictiva que se manifiesta en la polución de la atmósfera. Constata que hay una aparente y temporal victoria del mal, expresada simbólicamente como cuatro caballos “de cuyas bocas salía fuego, humo y azufre” (Ap 9, 17). Pero la victoria definitiva es de Dios, Señor de la Vida, que nos regala “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap 21, 1), como “un río de agua que da vida, transparente como el cristal” (Ap 22, 1).

En medio de esta historia nos ubicamos nosotros, que tenemos la responsabilidad de actuar de un modo acorde al sueño de Dios. Este Día Internacional del Medio Ambiente nos ha brindado una buena ocasión para mejorar nuestra conciencia acerca de la contaminación del aire y explorar algunas vías para avanzar en nuestra propia conversión ecológica, personal y comunitariamente.

Hace diez años, en la homilía de Pentecostés del año 2009, el Papa Benedicto XVI dijo unas palabras que conservan absolutamente su vigencia: “Lo que el aire es para la vida biológica, lo es el Espíritu Santo para la vida espiritual; y, como existe una contaminación atmosférica que envenena el ambiente y a los seres vivos, también existe una contaminación del corazón y del espíritu, que daña y envenena la existencia espiritual. Así como no conviene acostumbrarse a los venenos del aire —y por eso el compromiso ecológico constituye hoy una prioridad—, se debería actuar del mismo modo con respecto a lo que corrompe el espíritu” (31 de mayo de 2009).

Por lo tanto, podemos terminar esta reflexión con una pregunta directa: ¿a qué compromisos nos llama hoy el Espíritu Santo para sanar nuestro aire y nuestro espíritu? No dejemos la cuestión en el aire, sin contestarla. A propósito de este Día Internacional del Medio Ambiente hallemos la manera de aportar algo positivo a nuestra vida, a nuestro entorno. Busquemos para ello una iniciativa concreta y llevémosla a la práctica. Todos saldremos beneficiados.

Mons. Fernando Chica Arellano

Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA


Publicado en el semanario “LA VERDAD” de la Archidiòcesis de Pamplona y Tudela
http://www.semanariolaverdad.org/