El presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y obispo de Barcelona (6-XI-2015), monseñor Juan José Omella, aseguró que “a los obispos nos duele el sufrimiento de la gente, sobre todo en esta crisis económica y de valores, porque tocamos de cerca el dolor”.
Durante un acto en la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE, junto al rector, padre Julio L. Martínez, SJ, y los profesores José Manuel Aparicio y José Manuel Caamaño, monseñor Omella desgranó los principales aspectos de la Instrucción Pastoral “Iglesia, servidora de los pobres”, publicada el pasado 24 de abril. El prelado rechazó las críticas que se vierten sobre la Iglesia acerca de que los religiosos no abordan el tema de la pobreza. “Todos los obispos en nuestras diócesis hemos tocado este tema con intensidad en nuestras cartas pastorales”, recalcó.
El documento analiza los sectores sociales que más están sufriendo con la crisis (parados, jóvenes, ancianos, etc.) y critica con dureza la corrupción, la idolatría de la lógica mercantil y el empobrecimiento espiritual instalado en la sociedad. Por eso, monseñor Omella dijo que el documento “quiere dar esperanza, valorar la primacía de la dignidad de la persona” y luchar por “poner la economía al servicio de ésta”. (Zenit.org)
(…)
4.6 Defender la vida y la familia como bienes sociales fundamentales
50. La familia ha sido la gran valedora social en estos años. ¡Cuántos han podido subsistir ante la crisis gracias al apoyo moral, afectivo y económico de la familia! Este hecho nos tiene que llevar a valorar la vida y la familia como bienes sociales fundamentales y superar lo que san Juan Pablo II llamó la cultura de la muerte y de la desintegración. También el papa Francisco nos exhorta en este sentido al recordarnos que no hay una verdadera promoción del bien común ni un verdadero desarrollo del hombre cuando se ignoran los pilares fundamentales que sostienen una nación, sus bienes inmateriales, como lo son la vida y la familia.95
Tenemos una sociedad demográficamente envejecida a la vez que empobrecida en el orden moral y cada vez más limitada para mantener determinados servicios sociales: pensiones, subsidios por desempleo, atención a la dependencia, etc.
51. Nos preocupan las desigualdades que sufren las mujeres en el ámbito familiar, laboral y social. Es preciso aceptar las legítimas reivindicaciones de sus derechos, convencidos de que varón y mujer tienen la misma dignidad. Debemos reconocer que la aportación específica de la mujer, con su sensibilidad, su intuición y capacidades propias, resulta indispensable y nos enriquece a todos.
Es urgente crear cauces para «acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras porque el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor?».96 Nuestras instituciones sociales deben movilizarse para asistir, acompañar y ofrecer respuestas suficientes a las mujeres que se encuentran en estas difíciles situaciones.
(…)