Medicos católicos: amad vuestra profesión
+ José L. Redrado, O.H.Secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud
Saludo a los participantes en el 22 Congreso de la FederaciónInternacional a Médicos Católicos (FIAMC) Barcelona, 11 Mayo 2006
Un saludo particular de parte del Cardenal Javier Lozano Barragán, Presidente del PontificioConsejo para la Pastoral de la Salud, y del mio personal, al Presidente de la FIAMC, Prof. Gian Luigi Gigli, al Presidente del Comité organizador, Dr. José Mª Simón, a los organizadores del Congreso ya todos los participantes.Un gracias a los organizadores por la invitación que han dirigido al Pontificio Consejo para tomarparte en este Congreso y dirigir unas palabras de saludo al inicio del mismo e igualmente celebrar la Eucaristía en acción de gracias en la clausura del Congreso. El tema del Congreso tiene este aspecto global que caracteriza a nuestra sociedad, como es eltema de la pobreza que no es ajeno al mundo sanitario ya que, como sabemos, genera no pocasenfermedades. Pero no es esto lo que yo quisiera subrayar en mi saludo, ya que los conferenciantes indicados en el programa nos lo harán ver suficiente. Quisiera hacer presente la responsabilidad que tiene hoy el médico y subrayo aquí el médicocatólico en todo el proceso de cambio que se está produciendo en nuestra sociedad que atañe ala medicina y al quehacer del médico; basta ver todo lo que significa la secularización de la medicina, los valores que se dejan de lado, el relativismo en todos los temas que conciernen a la vida;todo ello llama al médico a una mayor responsabilidad en el estudio y profundización de su profesión, ya que en la era técnica se siente la tentación de confiarlo todo a la máquina. El médico sabe como ningún otro, cuánta necesidad tiene de la técnica, de la informática y que no puedeser ajeno a la misma, sabiendo cuánto cambia la vida, la filosofía, el lenguaje y la mentalidad todoel desarrollo técnico; hasta tal punto puede ser tentador que acabe por hacemos creer que el hombre es capaz de cambiar al hombre.  Por ello, es necesario buscar un equilibrio entre el desarrollo técnico y los valores éticos; buscar el sentido último y global de la vida (Fides et ratio 81); la dimensión sapiencial en la cual los logro scientíficos y tecnológicos son acompañados por los valores filosóficos y éticos… (Fides et ratio106).Dice el Concilio Vaticano II: “Nuestra época tiene necesidad de la verdadera sabiduría para1humanizar todos los nuevos descubrimientos de la humanidad. El destino futuro del mundo correpeligro si no se forman hombres más instruidos en este sabiduría…” (G. et S. 15). De la misma forma argumenta el Papa Juan Pablo II en la Redemptor hominis n. 16 cuando nosdice que el señorío sobre el mundo se funda en la primacía del espíritu sobre la materia, de la persona sobre las cosas, de la moral sobre la técnica.La falta de preparación antropológica, filosófica y bioética de los profesionales de la salud sobre aspectos que conciernen al misterio de la vida – trátese del inicio como del final – está desembocando en grandes atropellos y manipulación de la persona humana. Nos referimos a los médicos en particular, dejemos aparte otras personas, otros profesionales; los médicos están al servicio de la vida, y deben ser los mejores consejeros que deben orientarnos en cómo hacerla más saludable. El médico está al servicio de la vida; es ministro de la vida que debe defender, educar y servir. En la “Carta de los Agentes sanitarios”, publicada por nuestro Pontificio Consejo hemos dedicadolos diez primeros números a este tema. Sólo quiero señalar aquí el inicio de dicha Carta. Dice así:“La actividad de los agentes de la salud tiene el alto valor del servicio a la vida. Es la expresión de un empeño profundamente humano y cristiano, asumido y desarrollado como actividad no sólo técnica sino de un entregarse total e incondicionalmente y de amor al prójimo. Tal actividad es «unaforma de testimonio cristiano». «Su profesión les exige ser custodios y servidores de la vidahumana»”.  (n.1)En una entrevista hecha al P. Pierluigi Marchesi, ex-general de la Orden de S. Juan de Dios, pionero y profeta de la humanización, respondía a la pregunta sobre el rol actual de la medicina conlas siguientes expresiones:“La medicina se halla en una encrucijada crítica bajo la presión de la tecnología y también de la socialización y se debate entre dos extremos: ser una medicina cada vez más “científica” o una medicina cada vez más humana.Podríamos contentarnos con que la medicina fuera cada vez más medicina. Entiendo por medicina aquella que está siempre más allá de la actual tecnificación de la ciencia y de la asistencia masiva y estatalizada: la medicina que a través de los tiempos se ha apoyado en el amparo afectivo, cordial y humano; la medicina cuya raíz ha sido el concepto helénico de “filantropía” y elcristiano de la “caridad”, es decir, del amor al hombre. ¿Cómo puedo hacer auténtico mi modo de vivir mi servicio si antes no he medido sobre mí mismo las necesidades, las esperanzas y el servicio mismo? Transmitiría algo como una moneda falsa, ungesto que me es impuesto por el trabajo, por un contrato, por una ley que me lo prescribe. Pondría mis manos sobre el enfermo como si éste fuera un papel secante mojado y acabaría por destrozar-2lo, porque buscaría, más allá de él, el sobre de la paga, el premio, una pequeña felicidad. Y en cambio yo debo empaparme de este papel secante mojado, quedar convertido en una sola cosa,pero, permaneciendo misteriosamente yo mismo y él, seguir siendo él”.Profesionales de la salud, médicos: amad vuestra profesión.Tenéis delante una gran tarea: técnica, es verdad; pero vuestra profesión al servicio del hombre os presenta un reto: ¿sois capaces de asistirlo con humanidad e integralmente?Con vuestra acogida construiréis para el enfermo la “nueva casa” que necesita; construiréis un lugar adecuado, orientado al enfermo, él es – debe ser – el centro. Entrad a fondo, buscad el bien del enfermo y veréis cómo cambian las relaciones, las comunicaciones, el poder.Buscad el bien del enfermo y veréis cómo ponéis en vuestra profesión más ciencia, más disponibilidad, más diálogo, menos discriminación y mayor presencia.Decía el Cardenal Tarancón, hablando de la profesión sanitaria que “la medicina, la educación, el sacerdocio exigen algo más que una ayuda técnica, aunque ésta sea necesaria. Necesitan el calor humano de quienes los atienden. Por eso tienen una peculiar grandeza y una plenitud humana”.Grandeza ésta de los profesionales de la salud que nuestro Pontificio Consejo no ha dudado dellamarles “Ministros de la vida”.El episcopado español, en uno de sus documentos, hacía la siguiente reflexión sobre los “Católicos y la profesión”:“La Profesión adquiere (…) una dimensión verdaderamente vocacional y hasta espiritual.Pero esto sólo será verdad si el ejercicio de la profesión está interiormente animado por el espíritu y regido en su desarrollo por los criterios morales del Evangelio y de la imitación de Jesucristo.Estas exigencias no han de limitarse únicamente al orden económico, como es, por ejemplo, la justicia en sueldos y honorarios. La vida y la moral cristianas tienen exigencias más amplias. El respeto a la vida, la fidelidad a la verdad, la responsabilidad y la buena preparación, la laboriosidad y la honestidad, el rechazo de todo fraude, el sentido social e incluso la generosidad deben inspirar siempre al cristiano en el ejercicio de sus actividades laborales y profesionales”.Veo en el programa del Congreso en sus títulos, muchos temas que subrayarán con competencia esto que de forma rápida y esquemática estoy indicando en mi saludo: los derechos, la educación,las diversas tradiciones religiosas, el respeto por la vida, la evangelización, e infinidad de testigos que han hecho realidad todo ello desde al ejercicio de la medicina; una medicina humanitaria y globalizada. Mi enhorabuena y el deseo que este congreso sea un trampolín y el inicio de una nueva primavera para la Fiamc.    3Finalmente, quiero aprovechar esta ocasión celebrativa para decir un gracias cordial y sincero al Presidente de la Federación, Prof. Gian Luigi Gigli, por el trabajo de reflexión que ha realizado la Fiamc durante su Presidencia y por su constante presencia, activa, competente y generosa que le distingue. Por ello, en nombre del Presidente del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, CardenalJavier Lozano Barragán, le obsequiamos con la medalla del Buen Samaritano, símbolo y expresiónde nuestro Pontificio Consejo. En ella va nuestro gracias y el augurio, repito, de una nueva primavera para la Fiamc. ¡Gracias de nuevo!