Dras. Elena Passo y Raquel Bolton
El caso de la niña de 12 años de Jujuy, que cursaba un embarazo de 24 semanas y a la cual se le practicó una cesárea prematura extrema, nos conmueve como médicos y nos obliga a una profunda reflexión, su hija tuvo un peso de 700 gramos y una sobrevida de pocos días en un área de cuidados críticos.Se puede analizar el caso desde diferentes perspectivas, pero no podemos ignorar lo que sin lugar a dudas representa: una infancia ignorada, avasallada y violada; hablar de violación significa negar la naturaleza de la persona humana ya que se la minimiza y se la transforma en un objeto del cual se puede disponer.Siempre es un delito terrible y ninguna persona tendría que ser víctima de una situación de esta naturaleza y ningún niño tendría que pasar por una circunstancia que lo marcará psicológicamente por siempre.
Como sociedad tenemos responsabilidad en el cuidado y protección de la infancia y hay que trabajar mucho y en muy diferentes órdenes para evitar que el ciclo de la violencia persista y siga lastimando a nuestros niños. Algo se ha roto en el interior de esos niños y habrá que asistirlos y acompañarlos en su camino de recuperación y búsqueda de justicia.Pero pensemos un momento: ¿qué responsabilidad tiene un niño concebido como resultado de una violación?Nada justifica que tenga que pagar con su vida el delito cometido por otro y eso justamente, fue lo que aconteció con la beba de seis meses de gestación que fue obligada a nacer en condiciones de inmadurez extrema en Jujuy.Lo nuestro como médicos católicos es acompañar el dolor humano en todas sus formas, como nos enseñó nuestro Señor Jesucristo: cuidando a todos, sin discriminación, sin importar el origen. Viendo en los más pequeños e indefensos Su Rostro.