El pasado 7 de Mayo de 2018, el Congreso de los Diputados de España aceptaba a trámite una proposición de Ley Orgánica sobre la Eutanasia presentada por el grupo Unidos Podemos el 30 de enero de 2017.
El hecho de que haya sido aceptada a debate, no debe extrañarnos, pues la Bioética reflexiona sobre las propuestas o decisiones de una sociedad plural y secular, y no es el debate en sí, sino las decisiones las que pueden ser éticas o no.
Pero, eso sí, lo que debe preocuparnos es el giro o inversión del sistema de valores que se ha introducido en nuestra sociedad y que condiciona las decisiones.
En una primera lectura se pueden detectar ya algunas ambigüedades. La ley da por hecho que exista un amplio consenso sobre la finalidad de la medicina con dos objetivos de la misma categoría e importancia: i) prevenir y curar enfermedades, y ii) ayudar a morir en paz a los ciudadanos, mediante el desarrollo de una medicina paliativa que alivie su sufrimiento y respete sus decisiones.
Han olvidado los redactores que los fines de la medicina (Hasting Center, N. York 1996) son cuatro: 1) Prevención de la enfermedad y Promoción de la salud; 2) Curación de los enfermos y Cuidado de los que no tienen cura; 3) Rehabilitación de las secuelas que se hayan seguido y alivio del sufrimiento y dolor de la enfermedad; 4) Evitar la muerte prematura y velar por una muerte en paz. Es decir ni adelantar, ni retrasar la muerte.
Llama la atención que la ley quiera poner en un mismo nivel ético el ejercicio y respeto de la autonomía, con el deber del Estado de proteger la vida de todo ciudadano. “La ley, la Constitución se debe al respeto absoluto a la vida humana” (Axel Kahn en La médecine del XXIè siècle). No hay ciudadanos de 1ª o de 2ª categoría. La dignidad es inherente al ser humano y no la pierde cuando la vida parece extinguirse. No se debe hablar de “muerte digna” el paciente muere con toda su dignidad, es digno “per se”.
Yo propondría hablar de muerte humana o humanizada. El papel del médico es de acompañar ese proceso. Tenemos en medicina todo un arsenal terapéutico no solo para prolongar la vida del paciente sino también para paliar y aliviar al enfermo en lo físico, lo psíquico, lo social y digámoslo en lo espiritual.
El paciente que se va necesita de algo más que de medicamentos, necesita una compañía amorosa en quien sentirse apoyado cara a la gran ruptura. ¿es digna la muerte de aquellos que mueren solos, totalmente abandonados en situación de extrema pobreza, y totalmente descartados? Y por tanto tienen toda su dignidad.
¿No le toca al Estado velar por una muerte humana de todas las personas, en lugar de legalizar que personas en extrema debilidad sean “eliminadas” en aras de una muerte autónoma que se quiere llamar digna? Reflexionemos: “toda ley que decide una acción sin posibilidad de corrección, ni de un cambio posible, me dan miedo, y no son dignas de confianza” (Axel Kahn)
Mª Pilar Núñez-Cubero, Médico y Prof. de Bioética, Mayo 2018