Sus padres, de quien ha heredado una educación católica, le apoyaron en su cometido, aunque deslizaron un consejo por instinto de protección: «Pero no te metas en líos». Sus amigos, en su mayoría, no comparten su ideología, mas la respetan. Hasta su novia discrepa en este punto sobre sus creencias. Pero nada de eso, ni tan siquiera el temor a represalias académicas, detuvo a Robert Ferrer Rivero, un estudiante de 20 años de Mont-ras (Gerona) que cursa tercero de Medicina en la Universidad de Barcelona, que es pública, a la hora de defender sus valores.
Robert, que está en contra del aborto y que avanza que cuando sea médico apelará a la objeción de conciencia para no practicarlo, no pone tanto su acento crítico en el hecho de que los profesores adornen sus explicaciones con morcillas ideológicas. «Yo entiendo que cada profesor lo explique a su manera». «Yo, si fuera profesor, también lo haría», concede.
De algunas preguntas no se acuerda del contenido exacto, no tiene el examen, pero sí detalla una que es reveladora. En una de las preguntas, según relata, el enunciado era: «¿Qué le indicarías a una mujer que va a tener un hijo con Síndrome de Down?». Había varias respuestas, recuerda, pero descartando las obviamente erróneas (como las que se suelen incluir en un examen test), la cosa estaba entre dos: «Le indicaría no hacer nada» o «Le indicaría un aborto legal».
«No preguntamos qué piensas»
Robert vio venir el problema. Intuía que para el examinador la única respuesta válida era la de abortar, y fue a hablar con el coordinador de la asignatura, Rafael Oliva. «Le dije que, como mínimo, las dosrespuestas deberían ser válidas, porque eran legales». Sin embargo, la respuesta del profesor, según Robert, fue: «Muy bien, pon lo que quieras, pero la única respuesta válida es la de aconsejar el aborto». «No preguntamos qué piensas, sino lo que es legal», añadió el docente.
Ante esta postura, Robert pidió al coordinador que no le computara ésta y otras preguntas —«unas cinco, del total de 70»— que a su juicio adolecían del mismo error. Pero el profesor se negó a ello. De resultas, Robert acabó el examen sin contestarlas y, calcula, perdió medio punto de su nota final, que fue un ocho sobre diez. «Al final saqué buena nota. Por eso algunos amigos me aconsejaron que no le diera más importancia».
Pero el universitario quiso dejar constancia de su denuncia y escribió a ABC. Al poco de hacerlo, el 28 de junio, este diario publicaba en su sección de Cartas al Director unaréplica firmada por el decano de laFacultad de Medicina de la UB,Francesc Cardellach. En su escrito, Cardellach negaba que existiera el adoctrinamiento que denunció Robert en sus aulas, justificaba que como futuros médicos los estudiantes deben saber todo el abanico de posibilidades de diagnósticos y prácticas prenatales y, aseguraba que, en todo caso, todas las opciones que se explican son acordes a la ley. «En la facultad se exponen las distintas opciones aplicables en el contexto legalmente vigente (….) Sin embargo, como no puede ser de otra forma, se prioriza ante todo el absoluto respeto a la voluntad del paciente…», señalaba en su misiva el decano.
Sin más detalles
Tras el cruce de cartas, ABC se puso en contacto con la Universidad para ampliar detalles. Se solicitó tener acceso al examen en discordia, así como poder hablar con el profesor aludido por Robert, Rafael Oliva. Nada de eso concedió la Universidad, que se remitió a lo expuesto en la carta de su decano, en la que no se aludía al examen en cuestión.