Viviendo esta Semana Santa especial por la pandemia del coronavirus me atrevo a escribir esta reflexión. Tengo la esperanza de poder seguir con nuestras actividades cotidianas y nuestras relaciones sociales y de amistad cuando todo se acabe.

Todos tenemos la ilusión de vivir la cercanía con los nuestros con un abrazo, un abrazo que muchos fallecidos por este virus no han podido recibir de los suyos aunque sí han tenido el calor de los médicos y del personal de enfermería. Gracias a todos por suplir con creces a los familiares que lloran la pérdida. A vosotros dedicamos el aplauso de las 20 horas.

Nos preguntamos si de tantos males puede surgir algo bueno y respondemos que así es: SI. La realidad es que queremos vivir con menos prisa. Seamos sinceros. Reconocemos que el confinamiento y el aislamiento nos da tiempo para pensar, para rezar, para pedir ayuda a Dios y ver en qué aspectos podemos mejorar. El futuro depende de cada uno de nosotros. 

Preludio de la Semana Santa tuvimos el Domingo de Ramos. Queda un poco lejana pero muy viva en mi corazón la celebración de esta fiesta, previa la compra en la Rambla de Cataluña de Barcelona de ramos y palmas, o de recibir de la madrina de nuestra hija Raquel aquella palma llena de golosinas. Fiesta muy entrañable. Jesús la inicia – aclamado por el pueblo – montado en un borrico (me lo imagino “blando y suave” como Platero), para acabar crucificado. 

Cristo resucitado se queda para siempre con nosotros y nos acompaña como Buen Pastor. Ahora somos su grey confinada o aislada, llorando la pérdida de personas queridas o derramando lágrimas por el dolor de sus familiares. No olvidamos tampoco a tantas personas hospitalizadas o familias confinadas en pisos de treinta metros cuadrados.

Somos personas que agradecemos cada día el trabajo de los héroes que se ocupan de los enfermos – nuestro querido personal sanitario – y de aquellos padres que tienen hijos pequeños y que les acaban de comunicar que estarán 15 días más “encerrados”; o de aquellos cuidadores de residencias que pierden ancianos que van falleciendo solos o de …. ¡De muchos y de tantos!

Hoy todos seremos más solidarios. Hoy, en este viernes santo, los que somos creyentes, dirigimos una mirada de súplica a Dios para que termine esta pandemia e ilumine a investigadores y científicos para detener este mal. 

Sin perder la esperanza: TODO PASARÁ

Victoria Cardona

Escritora y orientadora familiar


http://victoriacardona.blogspot.com/