¿ES COMPATIBLE UN GRAN SUFRIMIENTO CON UNA GRAN FELICIDAD?
La suerte de los difuntos. El caso del Purgatorio
Con alegría y esperanza debemos considerar la suerte de nuestros familiares y amigos difuntos que se hallan en el estado de Purgatorio, pues ya se encuentran entre los salvados para toda la eternidad, y serán, más pronto o más tarde, eternamente bienaventurados en el Cielo.
Pero, al mismo tiempo, con compasión activa (oración y sacrificios) por sus sufrimientos que, como veremos, nacen del amor, de un amor que pena por no haber amado más, en esta Tierra, a Dios y a los demás hombres.
En el “Tratado sobre el Purgatorio” de Santa Catalina de Génova podemos leer que las almas del Purgatorio tienen a la vez “gran felicidad y gran pena, y la una no disminuye la otra” (capítulo 12) y que “el Amor divino (…) les confiere una paz inimaginable, a pesar de que ésta no disminuye en nada sus sufrimientos” (ibídem)
No es esto de extrañar, pues como dice el Catecismo, nº 1030, las benditas almas están seguras de su salvación: “Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios, pero imperfectamente purificadas, aunque están seguros de su eterna salvación sufren después de su muerte una purificación a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del Cielo”.
La Tradición nos habla de un “fuego purificador” (Catecismo, 1031) “Estas llamas no son sino un “incendio de amor. Purifican abrasando a las almas en el amor. Comunican el Amor, porque cuando el ama llega a alcanzar en ellas aquel grado de amor al que no llegó en la Tierra, viene a quedar libre y se une al Amor en el Cielo” (Maria Valtorta, “Cuadernos de 1943”, pág. 432 y ss.)
Las benditas ánimas “ya no tienen la posibilidad de pecar”, están confirmadas en gracia y totalmente acordes con la voluntad de Dios (Santa Catalina de Génova, caps. 1. 5 y 9). Por tanto, ciertas pretendidas revelaciones que describen ánimas penantes que cometen pecados no pueden ser aceptadas. No en vano son llamadas tradicionalmente “ánimas benditas” (Y si cometieran pecados estando en el purgatorio, ¿cómo se perdonarían tales pecados? ¿con un purgatorio del purgatorio? Ya vemos que suena a rocambolesco). Y por otra parte hay una distancia esencial entre el alma del purgatorio (en gracia) y el alma condenada (en pecado).
“Las ánimas no pueden ni cometer pecado, ni hacer méritos absteniéndose de pecar” (cap. 1 de Sta. Catalina de Génova) Pasó su vida mortal y no pueden merecer para sí mismas. Por eso para abreviar su padecer y llegar pronto al Cielo sólo son ayudadas por nuestras oraciones y sacrificios.
Sin embargo, sí pueden rogar por nosotros y alcanzarnos gracias, pues forman parte de la Comunión de los Santos. Muchos santos y fieles han experimentado favores concedidos por su intercesión. Entre ellos, San Josemaría escribe: “Las ánimas benditas del Purgatorio, por caridad, por justicia y por un egoísmo disculpable — ¡pueden tanto delante de Dios! – tenlas muy en cuenta en tus sacrificios, en tu oración. ¡Ojalá cuando las nombres, puedas decir “mis buenas amigas, las almas del purgatorio”!” (Camino, 57)
La existencia del purgatorio es de Fe, como atestiguan los concilios de Florencia, Lyon II y Trento. En la Biblia se alude a él, más o menos veladamente. (2 Macabeos 13, 9; Zacarías 13, 9; Lucas 12, 58-59; Mateo 5, 25-26; Mateo 12, 32; 1Cor 3, 13-15; etc…). Muchos santos han hablado y tenido visiones del purgatorio: San Gregorio Magno, San Ambrosio, San Agustín de Hipona, San Isidoro de Sevilla, Santa Faustina Kowalska, San Pío de Pietrelcina, etc…En las apariciones de Fátima se habla del purgatorio (1ª aparición de la Virgen, 13 mayo 1917).
En el Purgatorio se perdonan los pecados veniales y los restos de pena de los pecados graves ya perdonados, pero por los que no se ha hecho suficiente penitencia.
No olvidemos en sus sufrimientos a las ánimas benditas, aunque sabemos que gozan de paz inimaginable. Un ejemplo de heroica devoción por las almas penantes nos lo da San Pío de Pietrelcina, que escribía a su director espiritual: “Suplico al Señor que acepte derramar sobre mí los castigos que aguardan a los pecadores y a las ánimas del Purgatorio, centuplicadas en mi persona, para que se conviertan y se salven los pecadores y admita pronto en el Paraíso a las almas del Purgatorio” (J.M. Zavala, “El santo”, p. 89)
Y acabamos con una bella oración que recoge Santa Faustina Kowalska (“Diario”, punto 1227):
“Padre eterno, mira con misericordia a las almas que sufren en el purgatorio y están encerradas en el muy compasivo Corazón de Jesús. Te suplico por la dolorosa Pasión de Jesús, Tu Hijo, y por toda la amargura con la cual su sacratísima alma fue inundada, muestra Tu misericordia a las almas que están bajo tu justo escrutinio. No las mires sino a través de las heridas de Jesús, Tu amadísimo Hijo, ya que creemos que Tu bondad y tu compasión no tienen límites”.
Javier Garralda Alonso