“Continuad rezando el rosario”
Estas palabras dijo en Fátima la Virgen, refiriéndose a la terrible 1ª Guerra Mundial, entonces en curso. (13 septiembre de 1917). Y comenta una de los videntes, la hermana Lucía, años más tarde: “Pero esta guerra es también el símbolo de muchas otras guerras que nos cercan y de las cuales precisamos obtener el fin, con la oración y nuestro sacrificio. Pienso en las guerras que nos promueven los enemigos de nuestra salvación eterna: el demonio, el mundo y nuestra propia naturaleza carnal. “Continuad rezando para alcanzar la paz” que es el fruto de la victoria sobre todas las tentaciones que nos arrastran por los caminos opuestos a la ley de Dios”. [págs. 170-171, 178.- Hermana Lucía (2001 “Llamadas del mensaje de Fátima”]
En realidad, el daño físico o la guerra externa son un pálido reflejo de la guerra espiritual. Sabemos que, como se dijo en Fátima, Dios puede permitir la guerra externa como castigo de nuestros pecados. Y no tenemos ninguna base para pensar que nosotros somos mejores que los victimados por una atroz guerra. Y si nuestros pecados rebasan cierto límite no podemos asegurar que somos inmunes a la guerra.
En las apariciones de Akita (Japón, años 1970’s) que el entonces cardenal Ratzinger (luego Benedicto XVI) calificó como continuación de Fátima, nos dice la Virgen: “si los hombres no se arrepienten (…) fuego caerá del cielo y eliminará a gran parte de la humanidad, tanto a los buenos como a los malos (…)”. Hay quien piensa que este fuego se referiría al causado por armas humanas y hay quien piensa que sería fuego sobrenatural como castigo divino por no arrepentirnos.
Sea como sea, por desgracia, diversas personas con conocimientos y/o responsabilidades militares, y desde campos opuestos, hablan de que existe un riesgo real de una 3ª guerra mundial y de conflicto nuclear. No podemos especular al respecto, pero sí constatar que, lejos de estériles alarmismos, se detecta objetivamente una posibilidad real de conflagración nuclear entre potencias atómicas y sus respectivos aliados.
La situación es grave, pero nunca desesperada. Siempre nos queda, como pide la Virgen, el recurso a la oración instante y confiada. Y sobre todo hemos de responder a la crisis con nuestra conversión: Acabar con el pecado es sembrar la paz espiritual y física.
Como manera de afrontar las crisis, sírvanos como luminoso ejemplo la actitud del entonces Karol Wojtyla (luego Juan Pablo II) en la Polonia invadida por los nazis (atravesó otras gravísimas crisis como la 2ªguerra mundial y la tiranía comunista) y que no quiso alistarse a los partisanos que luchaban con armas contra los nazis, sin que afirmó a sus compañeros que la única solución residía en la oración. Y al mismo tiempo realizaba acciones culturales pacíficas para sostener la identidad polaca, en condiciones de elevado riesgo.
También nosotros frente a la crisis mundial, debemos refugiarnos y confiar en la oración. Debemos perseverar, aunque nos cueste, en la oración. El Cielo puede socorrernos, aun en las situaciones más críticas. Es conocido que en el Japón de la 2ª guerra mundial y en el contexto del bombardeo atómico de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, un grupo de jesuitas y algún laico sobrevivieron milagrosamente a la explosión nuclear, que les sorprendió rezando el rosario. Quizá no hay que pensar que automáticamente la oración nos libre de todo daño físico, pero si del que es peor, del daño espiritual, y este milagro muestra que el Cielo puede protegernos más allá de lo concebible humanamente.
Javier Garralda Alonso