El beato Pedro Tarrés, médico y sacerdote, era desprendido del dinero en su trato con los enfermos.
El beato Pedro Tarrés además de practicar un gran desapego por el dinero en su atención a los enfermos, exponía su propia vida por ellos.
Respecto al primer aspecto, ya como sacerdote sigue preocupándose por los enfermos, especialmente de los más pobres y como delegado de la Cáritas de su tiempo, crea y pone en marcha el Sanatorio-Clínica “Mare de Déu de la Mercè” para cuidar a los enfermos tuberculosos pobres (renglón entonces no cubierto por la Seguridad Social). Y cuando muere su patrimonio sólo era de unos pocos céntimos. (“Vivencias…” (sobre el beato), por Francesc Raventós, Barcelona, 2015, pág. 18).
Respecto al segundo aspecto se lee en el mismo libro que relata un testigo como, siendo el beato Pedro médico movilizado en el frente durante la terrible guerra civil española (1936-1939), “no sólo atendía a los heridos que le llevaban al puesto de socorro, sino que muchas veces, iba a las mismas trincheras donde había heridos, para atenderlos, cosa que no tenía ninguna obligación de hacer”, poniendo así pues en riesgo su propia vida.
Ya antes de la guerra, en los años 1930’s, cuentan que cuando visitaba enfermos pobres les dejaba dinero bajo su almohada. Atendía gratuitamente a un convento de religiosas (Pág. 31).
Ejercía la medicina como si fuera un sacerdocio (P. 46) Y dice el propio beato Pedro: “Yo diría que el médico ante el enfermo es como el sacerdote ante el altar” (P. 54) viendo en el paciente al mismo Cristo víctima divina.
Y en el frente (P. 55) comentaba sobre los soldados enfermos: “Estos enfermos son jóvenes hermanos míos y los amo. Me gusta tratarlos como amigo. ¡Debe hacer tanto tiempo que no han oído una palabra dulce!.”
Y su amor a Dios y al enfermo le llevó, al final de su vida, no sólo a tratar de aliviar la enfermedad desde fuera, sino a unir su suerte a la del enfermo ofreciéndose a padecer una grave enfermedad, aceptándola con alegría por amor a Dios y a los hermanos:
Decía: “Me he dado totalmente sin reservas, plenamente como víctima; me he abrazado a la cruz de Jesús. Que haga de mí lo que le plazca”. (“Diaris íntims” de Pedro Tarrés, Barcelona 2000, pág. 225) Y se comenta en este mismo libro (P. 209): “La enfermedad era grave y dolorosa, y él lo sabía y afrontaba con paciencia constante el intenso dolor, día tras día y hora tras hora, feliz de haber sido escogido como víctima, gozoso de que su “ofrenda” hubiese sido acogida en el seno de Dios”.
Javier Garralda Alonso