Tiempo de Adviento
Dra. Elena Passo
La palabra adviento proviene del latín adventus que significa venida o llegada y se refiere a la llegada de nuestro Señor Jesucristo. Corresponde al tiempo previo a la Natividad y marca el inicio de un nuevo año litúrgico para los cristianos.
Este período no es una espera pasiva sino que por el contrario, es un momento de preparación interior y de reflexión profunda que permitirá al corazón estar listo para recibir el milagro de Dios entre nosotros.
Cuando se piensa en esa preparación surgen inquietudes acerca de cuál será el mejor camino para llevarlo a cabo, cuál es la perspectiva desde la cual podamos transitar un camino de rectitud interior que nos permita tener un corazón nuevo y santo en el cual el mensaje de salvación pueda anidar y dar frutos.
¿Cómo prepararnos para la venida del Señor?
¿Cómo se prepararon otros?
¿Quién es por sobre todas las personas el ejemplo más significativo de preparación espiritual para la venida de Jesús?
Pensamos que es María de Nazaret, la mujer llena de gracia ante los ojos de Dios, elegida por Él desde siempre en su proyecto de salvación de la humanidad.
“Pues bien, el Señor mismo ha de daros una señal: He aquí que una doncella está encinta y va a dar a luz un Hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel.” Is. 7,14
En los textos del profeta Isaías se van dando señales muchos siglos antes del nacimiento de Jesús del plan de Dios. Hay uno en el que en particular se hace referencia a las características que tendrá este Emmanuel, o sea Dios entre nosotros:
“Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará.
Reposará sobre él el espíritu de Yahvé:
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor de Yahvé.” Is. 11,1-3
No hay descripciones de cómo era María pero podemos pensar que este espíritu también reposó en ella y la configuró en sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia y temor de Dios.
Cuando en el momento de la Anunciación es visitada por el ángel Gabriel en la ciudad de Nazaret María ya poseía todos estos dones, y es por eso que comprende casi en forma inmediata el plan de Dios. Si nos ponemos por un instante en esa situación, nos damos cuenta que para cualquier mujer sería algo incomprensible; sin embargo, María interpreta perfectamente las palabras del ángel y puede dar un sí incondicional y en total libertad.
Es una adhesión total al plan de Dios y una colaboración plena en cuerpo y alma con el Espíritu Santo.
“El ángel le respondió: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios.” Lc. 1, 35.
Todo esto transcurre en la humildad y sencillez de su casa de Nazaret, sin testigos, sin vacilaciones, tan sólo con el corazón preparado. Ser una persona de Dios significa tener el corazón preparado para su voluntad. María no sólo cambia su historia personal sino que al hacerse ella misma en un todo don de sí, permitirá que nosotros también tengamos la posibilidad de cambiar.
“Dijo María: He aquí a la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.” Lc. 1,38
El si de una joven dotada del Espíritu de Dios cambia la historia espiritual de la humanidad ya que, al concebir en su ser al Hijo de Dios, sella con su entrega el pacto que permitirá la misión redentora de Cristo
¡Cuánto nos enseñas amada Madre en tu entrega incondicional a Dios, a tu Hijo y también a nosotros que nos sentimos tus hijos!
Que tu ejemplo nos ilumine y nos permita llegar en alguna medida al conocimiento de las cosas de Dios, para que también nosotros podamos trabajar incondicionalmente en sus causas.