En oración por Alfonso
A los Miembros del Consorcio de Médicos Católicos de Buenos Aires,
A los Miembros de las Instituciones Amigas,
A todos Aquellos que integran los Equipos de Salud,
A todos Aquellos que trabajan por la vida humana,
Debido a todos los llamados recibidos me atrevo a escribir estas líneas para compartir con ustedes una noticia que tuvo en su momento repercusión en los medios de información.
El 16 de julio de 2024, mi hermano Alfonso, de 51 años de edad, en un intento de robo de la moto que conducía, sufrió un disparo por la espalda. Lo persiguieron, se pusieron a la par y para evitar que huya le dispararon. Al perder el control del vehículo que manejaba, se estrelló contra un poste de luz y fue tan grande el impacto que los vecinos de la cuadra, se quedaron sin luz. La moto dañada que ya no les servía, quedó tirada en la calle, al igual que mi hermano gravemente herido…
Volvía a su hogar luego de trabajar todo el día, y pensamos que, al menos en la última cuadra, se dio cuenta que lo estaban siguiendo, ya que no paró en su casa, siguió de largo y lo agredieron al llegar a la esquina. En su casa lo esperaba su familia.
Alfonso cursó sus estudios en el Colegio Manuel Belgrano de la localidad de Temperley, perteneciente a la Congregación de los Hermanos Corazonistas, estudió Medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y se graduó de Cardiólogo Universitario en la Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires. Hijo de médico y hermano de médicos y a su vez, padre de dos jóvenes estudiantes de Medicina.
Es una persona muy valorada por sus pacientes y por sus colegas y si tuviera que decir alguna de sus notas más características, diría que se trata de una persona humilde y de corazón bondadoso. Cuando por estos días, lo acompaño en el hospital -roto físicamente como está- su alma le da a la mía paz. Siempre fue así.
Es para mi: hermano, amigo y ahijado de bautismo.
En esta circunstancia de cruz por la que atraviesa, el Espíritu Santo por su infinita gracia lo sostiene y le ayuda a sobrellevar esta tragedia: Dios le pide y nos pide a todos santidad.
La tarde del 16 de julio fui testigo de la solidaridad y de la compasión de la gente, de la fraternidad de tantos que colaboraron para que Alfonso pueda ser asistido: héroes anónimos que los hay y son muchos.
Es por eso, que apena saber, que existiendo tanta gente honesta, la acción de unos pocos torne insegura la vida cotidiana de todos: nadie está a salvo de sufrir un hecho de violencia.
En los últimos días, no dejo de pensar si lo que le pasó a mi hermano pudo haber sido evitado, ya que los jóvenes que le dispararon fueron detenidos en numerosas oportunidades por las fuerzas de seguridad. En esa suerte de puerta giratoria en las que las personas que delinquen entran y salen sin consecuencias, las víctimas -sin la misma suerte- quedan atrapadas.
Uno quiere una sociedad en la que todos podamos vivir con libertad, sin miedo a sufrir hechos de violencia, una sociedad que sea realmente inclusiva y donde la inserción se dé a través de la educación y del trabajo.
Pero algo estaremos haciendo mal, si los índices de inseguridad son cada vez mayores y los delitos son cada vez más violentos. Es necesario reflexionar si la justicia tiene las herramientas necesarias para dictar sentencias justas en las que se priorice la naturaleza del delito.
En cuanto a aquellos que delinquen, al igual que todos, tienen responsabilidad sobre sus actos y sus acciones deberan ser juzgadas por la justicia terrenal y por la divina. Nos dice San Pablo en su Carta a los Gálatas que uno es responsable ante Dios de su propia conducta. “Pues cada uno lleva su propia carga… No os engañeis; de Dios nadie se burla. pues lo que une siembre, eso cosechará.” (Gálatas 6: 5,7)
Solo hoy, al leer una nota publicada en el Diario La Nación del periodista Gustavo Carabajal, sobre la conexión entre el robo de vehículos y el narcotráfico pude comprender el nivel de maldad con el que se cometió el crimen contra mi hermano.
Estamos ante un nuevo escenario, de un nivel inusitado de violencia, en el que la vida y la integridad humana carecen de todo valor.
Como sociedad enfrentamos un nuevo reto, por ello, pidámosle a nuestra Madre, la Virgen de Luján, que interceda ante su Hijo, para que todos recibamos el don de la fortaleza y de la sabiduría y a ustedes, hermanos en la vocación por el cuidado de la vida, les pido que pongamos en oración a Alfonso porque : “Nada es imposible para Dios” (Lc 1,37)
Dra. Elena Rita Passo
Presidente del CMC de Buenos Aires