La juventud de la noche.
La ciudad duerme durante la noche, “y aquello que la luz del día esconde comienza a despertar. El joven se libera de los elementos restrictivos del día. La noche es su espacio. Sus padres están ausentes. No hay horarios ni censura (…). La noche es divertida porque aparecen a la vez dos personalidades: por un lado lo fantástico de lo autónomo y por otro, la inmadurez y la inseguridad”26. La disco, el boliche, le ofrecen un espacio de autonomía y libertad que no encuentra en su vida habitual tanto solitaria como familiar. Padres ausentes, complacientes cuya presencia al final del día está asociada a fatigas, malestar que lleva a discusiones, intolerancia y ausencia de diálogo que en ocasiones se suple con una crítica destructiva que socava la identidad de la juventud. Frente al todo vale “surge la cultura del ‘divertimento’. Los jóvenes se encuentran en la noche buscando espacios propios de luz apagados por las drogas y las formas más compulsivas de diversión. En los años 60 las drogas que se consumían ampliaban el campo de la conciencia, como el hachís y el LSD. En los ‘70 y ‘80 una expresión del individualismo destructor de los vínculos de grupo era la heroína. Las drogas de los ‘90 son las de síntesis y su consumo es buscado exclusivamente para la diversión compulsiva. La drogadicción rompe con el mundo interior y esto se traduce en la incapacidad de estar con uno mismo durante el día, y en la imposibilidad de reflexionar por la noche”27. La juventud de la noche o los llamados “ni-ni” en España o “the lost generation” en Inglaterra, Portugal, Grecia e Italia entre otros muchos países, soportan hoy el terrible drama de la droga en el mundo. Hace muchos años que la Argentina ha dejado de ser un país de paso para convertirse en productor, consumidor, vendedor y contrabandista de estupefacientes. Hoy se sabe que desde muy temprana edad, tomemos como media 12 años, nuestra juventud, en algún momento ha hecho uso de la misma iniciándose con el “porro-marihuana”, el “paco” o en la inhalación de pegamento a base de tolueno”.
Las drogas llamadas blandas le abren la puerta a las más duras. El alcohol cuya moderada ingesta acompaña al buen vivir, se ha convertido, saltando las reglamentaciones vigentes en cuanto a edad de consumo y lugar de expendio, en una adicción más. Hoy en la Argentina surge el “pre-boliche” como la antesala de la movida. Chicos y chicas que en ocasiones no superan los 15 años, se reúnen en lugares solitarios para tomar una mezcla de alcohol con bebidas gaseosas llegando a la “noche” borrachos. La reiterada ingesta de alcohol conlleva riesgos; me refiero entre otros a la violencia la mayoría de las veces gratuita, por interpretaciones erróneas de gestos, palabras o simplemente por el estímulo de luces psicodélicas que acompañan al ritmo de una música infernal que por su intensidad de más de 100 decibeles, en el tiempo lleva a una segura hipoacusia. En resumen, la noche, hoy para nuestra juventud en general, es el espacio de la violencia invisible a los adultos. Lo ridículo deja de ser ridículo, la identidad se lleva en los pies, ya que el status lo da la marca de las zapatillas. La biología en el siglo XXI sigue insistiendo en que la noche es para el descanso, y su ruptura y agresión por los brutales recursos de que se vale hoy la juventud para un amargo divertimento, nos muestra una juventud aniquilada por la droga, por la violencia, y por una sexualidad irresponsable que escapa a toda racionalidad. Me pregunto, ¿es esto una diversión o la antesala de la muerte? Mi pensamiento no es exagerado ya que el vivir bajo esta presión continua favorece la criminalidad y el suicidio en una temprana etapa de la vida. (…)
Dr. Hugo Obiglio
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