Reflexión en el mes del amor

En este año jubilar de la Misericordia tenemos la posibilidad de educar y seguir educándonos en los gestos y signos del Amor, que llevan a entender y a vivenciar la misericordia.

De ese Amor con mayúsculas que Dios sólo sabe dar, y que entre nosotros se manifiesta como un ápice de Aquel, ya que nuestro amor terrenal es sólo una muestra del amor infinito y misericordioso de Dios.

Todo hombre es capaz de amar si se deja llevar por ese sentimiento que doblega, seduce y transforma. Amor que se brinde desinteresadamente, amor que se geste muy dentro del corazón. Amor que vaya creciendo día a día y que a los dichos de San Pablo “no se irrite, no haga alarde y que todo lo espere”.

Tantos son los que necesitan de nosotros, de nuestras caricias, de nuestro afecto y sonrisa, de la mano extendida que ayuda, que de calor y proteja.

El amor que se ejerza en todas sus dimensiones, con nuestro ser amado, en nuestra familia, con nuestros mejores amigos, y aún con aquellos que más nos cuesta acercarnos porque no le tenemos tanto afecto.

El amor que no pregunta a quién será dado, sino que sólo brota porque alguien lo necesita.

No perdamos la oportunidad de amar profundamente, según la dimensión y la madurez de cada situación. Amar sin medidas, amar sin esperar nada a cambio.

Aunque parezca utópico o banal, sabemos que sólo el Amor salva al mundo.

Muchos necesitan de nuestro amor. Más allá de nuestras profesiones y actividades.

Todos tenemos mucho para dar.

Eduquemos y sigamos aprendiendo mucho del Amor Verdadero, profundo y que no desvanece en un suspiro o en un instante.

Dr. Fabián Romano

Presidente de FAMCLAM